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La generación de electricidad a partir del viento no produce gases tóxicos ni contribuye al efecto invernadero; tampoco genera productos secundarios peligrosos. Pero algunos de sus efectos requieren atención.
Los parque eólicos, al igual que cualquier obra humana, afectan el entorno, y sus efectos negativos son resentidos por el suelo, la flora y Ia fauna del lugar donde se instalan. No obstante, estos problemas pueden manejarse y minimizarse a través de una adecuada planeación, que debe considerar que las zonal naturales protegidas o aquellas áreas donde Ia fragilidad ecológica del territorio sea alta, estén prohibidas para el desarrollo de estos complejos.
La erosión como consecuencia de los trabajos de construcción de un parque eólico es natural. A ello también debe sumarse la posible pérdida de flora, debido al movimiento de tierras en Ia preparación de accesos al lugar y Ia realización de cimentaciones para aerogeneradores y edificios de control.
Según las condiciones climáticas y Ia magnitud de dichas instalaciones, las consecuencias nocivas de estas acciones pueden combatirse a través de un programa posterior de restauración de la cobertura vegetal. Una vez que termina Ia vida útil de los aerogeneradores —que se estima en unos 25 a 3o años- se deben retirar los molinos y revegetarse los huecos que provocaron.
Por otro lado, si no estén bien planificados, los parques eólicos contribuyen a Ia desaparición de Ia fauna, especialmente de las aves, señala Ia Sección Mexicana del Consejo Internacional para Ia Preservación de las Aves (CIPAMEX), que tiene entre sus objetivos principales el estudio y conservación de las aves mexicanas y sus hábitat. Debido a esto, es necesario el estudio de las rutas migratorias de estas especies, para evitar construir en zonas de su apareamiento y reproducción. Al finalizar Ia instalación y durante Ia explotación de un parque eólico es preciso presentar informes medioambientales periódicos.
En nuestro país no existen reglamentos y normas ambientales específicas relacionadas con Ia generación de energías a través de fuentes renovables como Ia eólica. Es por eso que resulta indispensable que las instituciones correspondientes colaboren en el proceso de elaboración de una normativa que considere aspectos como límites aceptables de ruido generado por aeroturbinas, la distancia mínima entre ellas para evitar la afectación de la fauna que pasta en esas áreas, así como la distancia mínima de la ubicación de un proyecto de esta índole respecto a poblaciones humanas o recursos naturales.
Por otra parte es necesario establecer normas técnicas obligatorias.
El doctor Gerardo Ceballos, investigador del Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México, opina que en otros países las regulaciones están más avanzadas: “En España la construcción de parques eólicos está muy bien regulada, en México todavía no, a pesar de que el país tiene un gran potencial para el desarrollo de este tipo de centrales de producción de energía eléctrica. Los impactos de estos lugares pueden evitarse si se planean correctamente, incluso pueden ser positivos, porque pueden apoyar la conservación de la flora y fauna activas.”
Ceballos advierte que, con los murciélagos, por ejemplo, hay dos grandes problemas: “En primer lugar, ciertos estudios demuestran que sus pulmones, y los de otras aves pequeñas, se colapsan cuando están cerca de los generadores. Por otro lado, las especies voladoras no ven las aspas y se impactan contra ellas.
La solución está en ubicar correctamente los aerogeneradores, pintar las aspas en ciertos tonos, o bien, separarlas lo suficiente para darles tiempo de esquivarlas. Es importante considerar estas sencillas soluciones porque es mil veces mejor el desarrollo de una fuente de energía renovable, que la construcción de presas hidroeléctricas o plantas nucleares”