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Darío era autodidacta, desarrolló la habilidad inagotable de aprender desde su niñez, era lector tenaz y diverso, devoraba bibliotecas. Edelberto Torres escribió: “una profunda comprensión de la importancia de poseer un vocabulario rico, induce a Rubén a estudiar el Diccionario de la Academia Española y memorizar las voces que por intuición reconoce que deben ser parte infaltable del léxico de un escritor”. Era observador constante, nada del entorno le era indiferente, no perdió la sensibilidad para sorprenderse, sabía escuchar. Osvaldo Bazil afirmó: “Nunca he visto a un hombre que, como Rubén, sin pronunciar una palabra, tomara parte activa en una conversación hasta el punto de dirigirla y hacerla interesante”. Estas fueron virtudes fundamentales para su genialidad creativa, para innovar y trascender.