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Historia del cerco de Lisboa, de José Saramago
Historia del cerco de Lisboa
A veces una decisión parece una simple acción: elegir derecha o izquierda, kétchup o mayonesa, besarla o no. Elegir una u otra opción no genera grandes consecuencias, afirmación ésta no real, teniendo en cuenta que toda causa tiene su efecto, pero en el caso de los ejemplos que di más arriba, esos efectos no cambian la vida del que elige por dónde ir. O sí.
A veces, un simple cambio genera hecatombes: apretar o no un botón puede generar la explosión de una bomba atómica, o como le ocurre al personaje principal de La Historia del cerco de Lisboa, poner un No donde iría un Sí… le cambia la vida.
Raimundo Silva es corrector de libros, y en su vida no pasa mucho más. Sin parientes, sin amigos, sin amores, su rutina consiste en recibir y corregir textos, pasear por la ciudad en sus pocos días libres y pagarle a la señora de la limpieza que deambula como un fantasma que todo lo ve en su más que simple casa, más no hogar. Sin embargo, y pese a todo, parece feliz, o al menos él no se siente mal con su organizada vida sin grandes aventuras. No obstante, inconscientemente siente todo lo contrario, posee unas ganas tremendas de romper el cerco de la monotonía, o de la soledad, que tal vez sean lo mismo. Como un volcán que por fuera parece dormido pero que en su interior prepara la explosión que mañana enterrará Pompeya y Herculano, Raimundo Bienvenido Silva está a punto de cometer una de las decisiones más importantes de su vida: poner un No donde debería ir un Sí.
Raimundo Silva es correctos de libros, como dijimos, y esa profesión le ocupa casi todo el día, por lo tanto la explosión inconsciente dará el salto a la conciencia a través de su trabajo. La Historia del cerco de Lisboa, el libro de turno que le toca conducir, será la excusa perfecta para rebelarse. Allí estaban los Cruzados, listos, como la historia indica, para ayudar a los portugueses a cercar Lisboa y, como ahora sabemos que ocurrió, expulsar a los moros que la ocupaban desde hacía cientos de años. Algo que con su poder, nuestro querido personaje, y en contra de todo lo conveniente, modificará, cambiando el curso de la historia misma, haciendo que los Cruzados se nieguen a participar del memorable cerco, para alegría de los moros y liberación de Raimundo Silva, que algún día tenía que dar el portazo a una realidad que ya no soporta. Algún día tenía que romper su propio cerco.
Las derivaciones de su acto son fáciles de imaginar para el corrector: descubrimiento del horrible fallo, llamada telefónica de su jefe, acusaciones por doquier ante la falta de profesionalidad y el casi seguro despido laboral.
Lo que no puede imaginar Raimundo Silva es que las consecuencias serán otras, totalmente distintas y que aparecerán ahí para cambiarle la vida… los portugueses tienen ante sí el desafío de derribar las murallas de Lisboa, Raimundo Silva tiene ante sí el desafío de derribar las murallas que lo atan a la soledad. El amor, claro, serán una de las tantas consecuencias de su valerosa decisión, la de poner No en donde iba Sí.
Con su estilo particular de escritura, difícil, un desafío para el lector, pero a la vez fabulosa y llena de ironía y buen humor, Saramago nos cuenta una historia hermosa en la que navega, como siempre y como nadie, por los entresijos de la mente humana, por los miedos, deseos, pensamientos y locuras cotidianas que marcan el devenir de las personas, esas que no dejan de pensar y dialogar, en ningún momento, con ese otro yo que llevan dentro. Con personajes entrañables como María Sara (jefa de correctores, una mujer de la que todos nos enamoraremos), la señora de la limpieza (que resume a la perfección las características de esas trabajadoras) Costa (su jefe, que lucha entre su bondad original y el deber de tener que ser cabecilla) o el mismo Raimundo Silva (tan parecido a los solitarios del mundo entero)
A lo largo de más de 400 páginas, Saramago nos hará pensar, como cada vez que nos acercamos a su literatura, de las mejores de la Historia, sin lugar a dudas. Por suerte hoy en día los libros están por todos lados, podemos ir, comprarlos, leerlos, disfrutarlos y aprender de ellos: aprovechemos, que no hay cercos que lo impidan.
Roberto Maydana