Respuestas
En distintas sociedades cada imagen no significa lo mismo. Dependiendo de nuestra cultura, hay imágenes que hablarán por sí solas sin tener que describir su significado. Pero no siempre hay la certeza de que todas las imágenes que utilicemos serán interpretadas de acuerdo a nuestra intención comunicativa. Fornasari de Menegazzo (como se citó en Asinsten, s.f.) señala que el significado del mensaje de una imagen estará condicionado por:
Contexto interno de la imagen: elemento significativo (núcleo semántico) dentro de la imagen didáctica, y que sin este, nuestra intención comunicativa perdería sentido.
Contexto externo: pautas culturales, sociales, religiosas, inclusive hasta políticas de quien recibe el mensaje.
Ambos contextos influirán de manera determinante en la codificación y decodificación del significado de una imagen. Ahora bien, las siguientes líneas se centrarán en el contexto externo, pero sólo en el aspecto cultural.
De acuerdo a Morín (1986) la cultura genera una visión del mundo, es decir, es productora de la realidad percibida y concebida, puesto que contiene un saber colectivo acumulado como “Memoria Social”. De esto infiero que, el conocimiento que tengamos sobre algo o sobre una situación, siempre va a depender de las múltiples condiciones socioculturales que nos rodean.
De lo antes dicho, afirmo que resulta imposible que nuestros modos de conocimiento no se vean influenciados por la realidad (Sociedad). Esto lo asocio a lo que señala Morín (ob. cit.): “Todo lo cual nos sugiere que existe un tronco común indistinto entre conocimiento, cultura y sociedad.” (p.20). En otras palabras, hay una relación de interdependencia entre estos tres aspectos, donde los saberes emergentes son permeados por nuestra cultura, y por ende, nuestra sociedad.
Ampliando lo anterior… las ideas, las opiniones o los saberes (productos), son originados por los miembros (productores) de una cultura determinada, y este producto queda supeditado a esa cultura –con especial fuerza– si sus condiciones culturales son cerradas, es decir, si se conforma como un sistema cerrado. En otras sociedades que funcionan como un sistema abierto, esas mismas ideas, opiniones o saberes, quedan expuestos al mundo exterior –y si las condiciones así lo permiten– pueden ser influenciados por otras culturas, modificando su significado original, de allí la “autonomía relativa” de un saber de la cultura que le dio origen. Desde este análisis, puedo afirmar que la “autonomía relativa” permite a las sociedades y a sus miembros abrirse a otras ideas, a otras culturas, a otras posibilidades, para así funcionar como un sistema abierto.
Por ejemplo, las imágenes observadas al inicio, muestran señas de un lenguaje no verbal que probablemente ha migrado de cultura en cultura, de generación en generación, y cada sociedad le ha adjudicado significados distintos. Justamente, este intercambio abierto y plural entre las sociedades, pienso que las hace más dinámicas, con disposición al cambio, a la transformación, a buscar su propio equilibrio, permitiéndoles desmontar paradigmas, enriquecer sus experiencias y su cultura, propiciando de esta manera, la “dialógica cultural” que señala el autor, es decir, “la pluralidad/diversidad de los puntos de vista…” (ob. cit., p.31), así como el intercambio múltiple de información, de conocimientos, ideas, teorías, y otros, los cuales darán cabida al “Calor cultural” para poder debatir, enfrentar opiniones, asumir posturas y desechar concepciones desgastadas.
Las implicaciones de lo anterior en la educación, pienso que se traduce a cambios en las teorías y modelos pedagógicos, en los métodos de enseñanza, en formas más abierta de enseñar (e-learning, b-learning, m-learning ), en el desarrollo de nuevas competencias pedagógicas, tecnológicas y comunicacionales, en el surgimiento de nuevas concepciones de sociedad (sociedad de la información, sociedad del conocimiento, sociedad del aprendizaje), en fin, en el surgimiento de nuevas posturas innovadoras.