Respuestas
ponerse zapatos en otoño; no tenía que lavarse nunca ni ponerse ropa limpia; sabía jurar
prodigiosamente. En una palabra: todo lo que hace la vida apetecible y deleitosa lo tenía aquel
muchacho. Así lo pensaban todos los chicos, acosados, cohibidos, decentes, de San Petersburgo.
Tom saludó al romántico proscrito.
— ¡Hola, Huckleberry!— ¡Hola, tú! Mira a ver si te gusta. — ¿Qué es lo que tienes?— Un gato
muerto. — Déjame verlo, Huck. ¡Mira qué tieso está! ¿Dónde lo encontraste?— Se lo cambié a un
chico. — ¿Qué diste por él?— Un vale azul y una vejiga que me dieron en el matadero. — ¿Y de
dónde sacaste el vale azul?— Se lo cambié a Ben Rogers hace dos semanas por un bastón. Dime:
¿para qué sirven los gatos muertos, Huck? ¿Servir? Para curar verrugas.(-_-)