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2
1) El ser humano, como ente social por naturaleza, le ha asignado por una convención unos significados a ciertos elementos que percibimos a través de nuestros sentidos, estableciendo entre ellos una asociación que todos los integrantes de la sociedad aprenden. A estos elementos, que tienen una clara intención comunicativa, los ha llamado ‘signos’. Vivimos en un mundo de relación y comunicación. En su casa y fuera de ella, su hacer y su quehacer gira en torno a un proceso de intercambio de información o mensajes a través de un medio que puede ser no sólo oral y escrito, sino visual, acústico, gestual, olfativo, táctil, etc.
Debemos distinguir, como la primera gran división, los signos naturales de los artificiales. El rasgo diferencial entre ellos es la no participación directa del ser humano en la creación de estos signos (naturales), como las nubes (indicio de lluvia o el humo indicio de fuego) o las arrugas de la cara (síntomas de envejecimiento), y la participación directa en la creación de dichos signos (artificiales), como el lenguaje oral y escrito. En ambos casos el individuo los interpreta, pero no siempre los crea, ya sea como actividad consciente o inconsciente.
Para comunicarnos, entonces, nos valemos de signos, que pueden ser desde una palabra articulada o escrita (signo lingüístico), un gesto (señal) y una cruz (símbolo). Todos ellos y cada uno en particular cumplen diferentes objetivos. Empecemos con el signo, una unidad capaz de transmitir contenidos representativos, como el signo lingüístico. Un signo, en términos generales, es todo aquello que sirve para transmitir una información. Pensemos en una balanza: la secuencia de sonidos con que pronunciamos el término [balansa] es el significante, que lo asociamos a una información específica (instrumento que sirve para pesar) llamada significado, y el objeto material, de la realidad que percibimos por medio de los sentidos, denominado referente.
Debemos distinguir, como la primera gran división, los signos naturales de los artificiales. El rasgo diferencial entre ellos es la no participación directa del ser humano en la creación de estos signos (naturales), como las nubes (indicio de lluvia o el humo indicio de fuego) o las arrugas de la cara (síntomas de envejecimiento), y la participación directa en la creación de dichos signos (artificiales), como el lenguaje oral y escrito. En ambos casos el individuo los interpreta, pero no siempre los crea, ya sea como actividad consciente o inconsciente.
Para comunicarnos, entonces, nos valemos de signos, que pueden ser desde una palabra articulada o escrita (signo lingüístico), un gesto (señal) y una cruz (símbolo). Todos ellos y cada uno en particular cumplen diferentes objetivos. Empecemos con el signo, una unidad capaz de transmitir contenidos representativos, como el signo lingüístico. Un signo, en términos generales, es todo aquello que sirve para transmitir una información. Pensemos en una balanza: la secuencia de sonidos con que pronunciamos el término [balansa] es el significante, que lo asociamos a una información específica (instrumento que sirve para pesar) llamada significado, y el objeto material, de la realidad que percibimos por medio de los sentidos, denominado referente.
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