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Título: Infancia
Autor: J.M. Coetzee
Editorial: Debolsillo
Año de publicación: 1997
Páginas: 191
ISBN: 9788497930710
Coetzee era un autor desconocido para mí a pesar de que en 2003 ganó el Premio Nobel de Literatura. Pero hace unos meses un profesor nos recomendó la trilogía Infancia, Juventud y Verano. Y al final me decidí y compré Infancia en la pasada Feria del Libro de Madrid. Y ahora, después de haberlo leído, de lo único que me arrepiento es de no haberlo comprado antes. Infancia me ha durado un suspiro. Ha sido la mejor compañía que podía haber encontrado para dos viajes en tren entre Madrid y Barcelona. Este libro me ha atrapado y me ha seducido. Sus 191 páginas me han sabido a poco y me ha dejado con unas ganas inmensas de leer Juventud y Verano y poder conocer así más cosas sobre la vida de Coetzee.
Porque precisamente ahí reside la magia de esta trilogía. Coetzee se convierte en narrador de su propia vida. Escribe su propia historia como una novela y no como una autobiografía. Esta forma de relatar su existencia me ha parecido original pero, sobre todo, atractiva. Hasta el punto de que, en muchos momentos, Coetzee escribe con tanta pasión y tanta fuerza que nos olvidamos de que está hablando de él mismo.
Coetzee ha logrado a la perfección recordar su infancia y plasmarla en esta obra. En ella nos narra su día a día en Worcester, una pequeña localidad situada al norte de Ciudad del Cabo. La historia comprende los comienzos de la década de los cincuenta, cuando Coetzee tenía entre 10 y 13 años. Pero él no es un niño normal. Vive con su madre, a la que no sabe si odia o quiere; con su padre, por el que no siente absolutamente nada, y con su hermano pequeño, al que ignora continuamente.
El pequeño Coetzee vive atormentado y atrapado por una doble vida que ha ido tejiendo a su alrededor. En el colegio se esfuerza para ser el número uno, sacar las mejores notas y pasar desapercibido, para no convertirse en el blanco de los insultos, las palizas y las humillaciones de sus compañeros y de sus profesores. Y mientras, en casa, sabe que es el niño mimado, el único que importa, el protagonista, y se aprovecha de ello hasta el punto de convertirse en un déspota y un tirano.
El protagonista de la obra está obsesionado con encontrar su lugar en el mundo y, sobre todo, con saber quién es. Se debate entre sus miedos, sus dudas, sus inquietudes, sus engaños y sus secretos. Esos que no le cuenta ni comparte con nadie. Como que está obsesionado con el críquet y le encanta jugar solo. O que prefiere a los comunistas rusos que a los soldados norteamericanos. O que se hace pasar por católico.
Precisamente, otro de los aciertos de esta novela es que logra trasladarnos a la Sudáfrica de los años cincuenta. El protagonista, y con él los lectores, se ve envuelto por una constante tensión, una interminable guerra en la que las burlas, los maltratos y los desprecios son la principal munición. Así, la novela recrea la difícil convivencia entre blancos y negros, entre ingleses y afrikaners, entre ricos y pobres y entre protestantes, católicos y judíos.
El pequeño Coetzee no tiene muy claro a cuál de todas esas clasificaciones pertenecen él, la familia de su padre y la de su madre. Él sólo tiene clara una cosa. Que pertenece a la granja de su familia y que, algún día, la granja le pertenecerá a él. Porque es el único sitio en el que no se siente tan obligado a ser perfecto, a ser tan duro consigo mismo y a castigarse una y otra vez, siempre que se siente culpable por no haber alcanzado ese ideal que sólo existe en su mente.
Nadie tiene claro quién es y mucho menos quién quiere ser cuando se tienen 10, 11, 12 o 13 años. Porque Infancia no habla sólo de la historia de Sudáfrica y de los temores que atormentan al pequeño Coetzee. Infancia habla, sobre todo, del paso que hay que dar para dejar atrás la infancia y llegar a la juventud. Ese camino que todos tenemos que recorrer por muy duro, difícil y oscuro que nos parezca. Y yo estoy deseando dar ese paso entre la Infancia y la Juventud.