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4
Habían tres hermanas, Naiara, Lara i Sara.
Un día estaban jugando en el patio de su casa quando sus padres les dijeron que hiban a ir a comprar i que tenían que quedarse i quedar a la casa, Sara la hermana mayor se tenía que quedar con sus hermanas pequeñas asique decidió distraer las jugando al tu la llevas.
En un momento Naiara i Lara entran a la cocina y tiran un plato que se rompe al hacer contacto con el suelo, en eso llega Naiara ir pregunta quien fue, Las dos culpan a su contraria pero al final dicen la verdad, Naiara va a recojer el plato en cuanto se corta el dedo y sus hermanas le preguntan si está bien, Naiara dice que tan solo en un corte y que no pasaría nada (i aquí se me fueros las ideas, lo siento espero te ayude en algo).
Un día estaban jugando en el patio de su casa quando sus padres les dijeron que hiban a ir a comprar i que tenían que quedarse i quedar a la casa, Sara la hermana mayor se tenía que quedar con sus hermanas pequeñas asique decidió distraer las jugando al tu la llevas.
En un momento Naiara i Lara entran a la cocina y tiran un plato que se rompe al hacer contacto con el suelo, en eso llega Naiara ir pregunta quien fue, Las dos culpan a su contraria pero al final dicen la verdad, Naiara va a recojer el plato en cuanto se corta el dedo y sus hermanas le preguntan si está bien, Naiara dice que tan solo en un corte y que no pasaría nada (i aquí se me fueros las ideas, lo siento espero te ayude en algo).
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5
Muchos años atrás, en una pequeña aldea, vivían varias personas muy particulares, alegres y amables, a excepción de una, una anciana, era muy conocida por todos.
La anciana solía ser la más egoísta de su aldea, no compartía ni obsequiaba toda aquella comida que le sobraba y que el resto necesitaba. Un buen día, la anciana aprendería una lección, una en la cual la dejaría pensando dos veces antes de tomar una decisión tan precipitadamente egoísta...
Cierto día, un hombre con ropas desgastadas y hambriento, pasaba por dicha aldea, algo débil, observó con seriedad el lugar, notando que la casa más apartada, era la que lucía mejor que el resto de las vecinas. Sigilosamente, camino a la casa, donde se encontraba una anciana sentada en una silla, el hombre al estar lo suficientemente cerca, le dedicó una gentil sonrisa y la saludó.
-oh, hola mi señora, hace un día precioso hoy, ¿no cree?
Lamento tanto presentarme de este modo en tan preciosa casa, pero me preguntaba, si usted tendría la gentileza de regalarme un poco de agua... (observando la expresión de sorpresa de la anciana, se inclinó ligeramente, dispuesto a contarle un "secreto") he notado, que últimamente, está preciosa aldea, ha estado algo apagada, le falta esa pizca de brillo, y he decidido, que un pequeño festín, harían está seriedad, algo divertido.
La anciana sin comprender muy bien, negó rotundamente con la cabeza.
-hace bastantes años, decidí que con la única persona con la que compartiría mis cosas, sería conmigo misma, incluso si solo es una gota de agua, me niego a ayudarte.
(Fulminado con su mirada al pobre hombre, espero a que este realizará su próximo movimiento.)
-oh, bella señora, sé que suena alocado todo este asunto, pero me honraría mucho algo de su ayuda.
Sin saber que debía hacer, la anciana soltó un profundo suspiro, levantándose, lo señaló con el dedo y dijo:
-solo será un vaso con agua, así que úsalo muy bien.
Sin demorase, la anciana se dirigí por el agua, muy consiente de que sería lo último que haría por alguien.
El hombre alegre por la paciencia de la anciana, aceptó el agua, apresurándose, el hombre comenzó a tararear una canción, buscando concentradamente en el suelo.
La anciana, curiosa por lo que el hombre hacia, habló:
-¿qué es lo que buscas tan concentrado ahí en el suelo?
-No es nada, mi bella señora, se me ocurrió hacer una deliciosa sopa, y seguro, aquí encontrare más de un ingrediente...
La anciana observó fijamente al hombre, notando que sus movimientos eran algo cansados, y cuidadosos, ya que de una de sus manos, sostenía el vaso que le había dado.
-No tienes nada, ¿por qué alguien como tú, ayudaría a tan aburrida aldea?
El hombre aún sonriente, respondió.
-Se que no tendré mucho que ofrecerles, pero haría lo imposible por ayudar a personas tan generosas como ustedes, ¿tú no lo harías?
La anciana al escuchar tan sinceras palabras, recordó al hombre, regresándole la sonrisa, asintió con la cabeza, suspirando, se ofreció a ayudar al hombre, ofreciéndole todo lo que estaba a su alcance, admirando la humildad y la lealtad que tenía aquel hombre...
La anciana solía ser la más egoísta de su aldea, no compartía ni obsequiaba toda aquella comida que le sobraba y que el resto necesitaba. Un buen día, la anciana aprendería una lección, una en la cual la dejaría pensando dos veces antes de tomar una decisión tan precipitadamente egoísta...
Cierto día, un hombre con ropas desgastadas y hambriento, pasaba por dicha aldea, algo débil, observó con seriedad el lugar, notando que la casa más apartada, era la que lucía mejor que el resto de las vecinas. Sigilosamente, camino a la casa, donde se encontraba una anciana sentada en una silla, el hombre al estar lo suficientemente cerca, le dedicó una gentil sonrisa y la saludó.
-oh, hola mi señora, hace un día precioso hoy, ¿no cree?
Lamento tanto presentarme de este modo en tan preciosa casa, pero me preguntaba, si usted tendría la gentileza de regalarme un poco de agua... (observando la expresión de sorpresa de la anciana, se inclinó ligeramente, dispuesto a contarle un "secreto") he notado, que últimamente, está preciosa aldea, ha estado algo apagada, le falta esa pizca de brillo, y he decidido, que un pequeño festín, harían está seriedad, algo divertido.
La anciana sin comprender muy bien, negó rotundamente con la cabeza.
-hace bastantes años, decidí que con la única persona con la que compartiría mis cosas, sería conmigo misma, incluso si solo es una gota de agua, me niego a ayudarte.
(Fulminado con su mirada al pobre hombre, espero a que este realizará su próximo movimiento.)
-oh, bella señora, sé que suena alocado todo este asunto, pero me honraría mucho algo de su ayuda.
Sin saber que debía hacer, la anciana soltó un profundo suspiro, levantándose, lo señaló con el dedo y dijo:
-solo será un vaso con agua, así que úsalo muy bien.
Sin demorase, la anciana se dirigí por el agua, muy consiente de que sería lo último que haría por alguien.
El hombre alegre por la paciencia de la anciana, aceptó el agua, apresurándose, el hombre comenzó a tararear una canción, buscando concentradamente en el suelo.
La anciana, curiosa por lo que el hombre hacia, habló:
-¿qué es lo que buscas tan concentrado ahí en el suelo?
-No es nada, mi bella señora, se me ocurrió hacer una deliciosa sopa, y seguro, aquí encontrare más de un ingrediente...
La anciana observó fijamente al hombre, notando que sus movimientos eran algo cansados, y cuidadosos, ya que de una de sus manos, sostenía el vaso que le había dado.
-No tienes nada, ¿por qué alguien como tú, ayudaría a tan aburrida aldea?
El hombre aún sonriente, respondió.
-Se que no tendré mucho que ofrecerles, pero haría lo imposible por ayudar a personas tan generosas como ustedes, ¿tú no lo harías?
La anciana al escuchar tan sinceras palabras, recordó al hombre, regresándole la sonrisa, asintió con la cabeza, suspirando, se ofreció a ayudar al hombre, ofreciéndole todo lo que estaba a su alcance, admirando la humildad y la lealtad que tenía aquel hombre...
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