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La batalla de tarqui se dio el 27 de febrero de 1829, en una zona llamada Portete de Tarqui cerca en las cercanías de la ciudad de Cuenca.
Esta batalla se libró entre las tropas de la Gran Colombia, comandadas por Antonio José de Sucre y Juan José Flores, y las tropas peruanas comandadas por José La Mar.
Antes del inicio de la batalla, las fuerzas peruanas habían invadido territorios de la Gran Colombia, y las negociaciones con Simón Bolívar fracasaron. En Julio de 1828 se declaró oficialmente la guerra.
En noviembre de 1828 La Mar ingreso al territorio Gran Colombiano, ocupando Loja y todo el departamento dl Azuay.
Ante esta emergencia, Antonio José de Sucre renuncio a la
presidencia de Bolivia y retorno a Quito, junto a Juan José Flores,
concentrando el ejército del sur de Colombia cerca de la ciudad de Cuenca para
presionar al ejército peruano.
Como resultado de la Batalla de Tarqui las fuerzas peruanas fueron obligadas a retirarse de
todos los territorios ocupados y el General La Mar tuvo que aceptar las
condiciones impuestas por Sucre, establecidas en el tratado de Girón.
A finales de 1827, la República de Colombia -integrada entonces por los territorios actuales de Venezuela, Colombia, Panamá y Ecuador- había entrado en una etapa de disgregación, y aunque el Libertador Bolívar luchaba por mantenerla unida, poco a poco su estructura había empezado a deteriorarse.
Fue entonces que -con fecha 3 de marzo de 1828- Bolívar envió al gobierno peruano su determinante ultimátum: “…si dentro de 6 meses contados desde la fecha, no hubieses puesto el Perú a las órdenes del Intendente del Azuay la provincia de Jaén y parte de Mainas que requiere del gobierno de Colombia, creería no sólo que el Perú lo hostiliza, sino que ha dejado la decisión a la suerte de las armas…”
No esperó el Perú a que se cumpliera el plazo dispuesto por Bolívar, y el Congreso en pleno -por decreto de 17 de mayo de 1828- ordenó al presidente Lamar que conteste al ultimátum colombiano exponiendo y defendiendo los derechos del Estado, y que disponga además que tanto el Ejército como la Armada se preparen para iniciar la guerra que se venía venir.
Fue así que el 31 agosto la escuadra peruana intentó implementar un bloqueo naval al golfo de Guayaquil, para lo cual envió a la corbeta “Libertad”, poderosamente armada. Ante esta situación, el Capitán de Navío Tomás Carlos Wrigth salió al encuentro del invasor al mando de las corbetas “Guayaquileña” y “Pichincha”, y a la altura de “Punta Malpelo”, cerca de Tumbes, venció a la nave peruana que quedó totalmente desmantelada.
Y así fue: Las fuerzas colombianas conformaron dos divisiones: la primera, formada por los batallones “Rifles”, “Cazadores del Yaguachi”, y “Caracas”, y los escuadrones 2 y 4 de Húsares, al mando del Crnel. Luis Urdaneta; y la segunda integrada por los batallones “Cedeño”, “Quito”, “Pichincha” y “Cauca”, con los granaderos de caballería “3ro. de Húsares” y “Dragones del Istmo”, bajo las órdenes del Crnel. Arturo Sandes.
La histórica batalla -que se libro el 27 de febrero de 1829- fue sangrienta y llena de demostraciones de heroísmo por ambas partes; pero la presencia de Sucre, la estrategia y el coraje de Flores, y la determinación de sus soldados, dieron poco a poco sus frutos. Los peruanos fueron derrotados en todos los frentes y obligados a replegarse en franca retirada hacia los desfiladeros de la meseta de Tarqui, hasta que en un “sálvese quien pueda” huyeron en desbandada.
Ese día los peruanos perdieron dos mil quinientos hombres entre muertos, heridos, prisioneros y desaparecidos; muchas armas, municiones, banderas y gallardetes. El ejército colombiano sólo tuvo ciento cincuenta y cuatro bajas y doscientos seis heridos.
«El general Flores fue ascendido en el propio campo de batalla a General de División; igualmente el coronel O’Leary a General de Brigada. Sucre jamás abusó de la victoria, todo lo contrario, instruyó a sus comisionados una inteligente negociación de paz, de conformidad con las bases de Oña. No obstante tanta generosidad, los peruanos rehusaban: como la noche caía y la situación se complicaba, Sucre lanzó el respectivo y apremiante ultimátum… Entre tanto, dispuso los honores, ascensos y recomendaciones. Ordenó que se levantara en el campo de Tarqui una columna de jaspe con la siguiente leyenda: «El ejército peruano de ocho mil soldados que invadió la tierra de sus libertadores, fue vencido por cuatro mil bravos de Colombia, el 27 de febrero de 1829» (J. Gonzalo Orellana.- La Batalla de Tarqui; Historia del Ecuador, tomo V, p. 202, Salvat).
Al día siguiente, muy cerca del campo de batalla, se firmó el Tratado de Girón.