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La primera y más evidente consecuencia del mal uso del agua es la escasez de agua en ríos o lagos. Además de dar la terrible imagen de un río seco, los animales y plantas que viven en estos hábitats o que dependen de ellos para sobrevivir ven afectado su entorno, viéndose obligados a cambiar sus hábitos o a emigrar en el mejor de los casos. En el peor, se extinguen o su población se reduce drásticamente.
Otra de las consecuencias de la falta de agua en los ríos o lagos es que los cultivos pierden calidad, ya que se les dedica menos agua. Eso si, la agricultura también tiene parte de la culpa del mal uso del agua dulce, ya que la sobreexplotación de los acuíferos en unas zonas tiene efectos negativos en el resto, que ven como pierden producción agrícola y, consecuentemente, empleos ligados a la agricultura.
Tampoco podemos pasar por alto el tema de la contaminación del agua. En ocasiones se extrae agua de alta calidad pero se devuelve al sistema hidrográfico unas aguas contaminadas por sales, pesticidas o herbicidas. Esto no afecta solo a la agricultura, ya que las ciudades e industrias también devuelven agua contaminada, ya sean superficiales o subterráneas; y luego los animales acaban bebiéndola y contaminándose.
Si juntamos la escasez de agua en algunos países del mundo con su contaminación, nos encontramos que cada año mueren 11 millones de personas por falta de agua en todo el mundo. Además, el consumo de este agua contaminada provoca que más de 300 millones de personas contraigan enfermedades que pueden llegar a ser mortales como el cólera, la malaria, la fiebre amarilla, la disentería o la diarrea.
Para mejorar la calidad de las aguas, cada uno podemos aportar nuestro granito de arena y así hacer que la sociedad en general haga un uso mejor de un recurso limitado y cada vez más escaso. Si se adoptan medidas para mejorar su uso, se reducirá la contaminación de ríos, mares y lagos y mejorará la calidad de muchas personas en todo el mundo.
Otra de las consecuencias de la falta de agua en los ríos o lagos es que los cultivos pierden calidad, ya que se les dedica menos agua. Eso si, la agricultura también tiene parte de la culpa del mal uso del agua dulce, ya que la sobreexplotación de los acuíferos en unas zonas tiene efectos negativos en el resto, que ven como pierden producción agrícola y, consecuentemente, empleos ligados a la agricultura.
Tampoco podemos pasar por alto el tema de la contaminación del agua. En ocasiones se extrae agua de alta calidad pero se devuelve al sistema hidrográfico unas aguas contaminadas por sales, pesticidas o herbicidas. Esto no afecta solo a la agricultura, ya que las ciudades e industrias también devuelven agua contaminada, ya sean superficiales o subterráneas; y luego los animales acaban bebiéndola y contaminándose.
Si juntamos la escasez de agua en algunos países del mundo con su contaminación, nos encontramos que cada año mueren 11 millones de personas por falta de agua en todo el mundo. Además, el consumo de este agua contaminada provoca que más de 300 millones de personas contraigan enfermedades que pueden llegar a ser mortales como el cólera, la malaria, la fiebre amarilla, la disentería o la diarrea.
Para mejorar la calidad de las aguas, cada uno podemos aportar nuestro granito de arena y así hacer que la sociedad en general haga un uso mejor de un recurso limitado y cada vez más escaso. Si se adoptan medidas para mejorar su uso, se reducirá la contaminación de ríos, mares y lagos y mejorará la calidad de muchas personas en todo el mundo.
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