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La candela, el hijo del trueno y la culebra de lame espero y te ayudiiiii
para empezar tu solo publicas la pregunta y la páguina deside cuantos puntos vale- vale 15.
MARTÍN QUEBRADA Y LA OLLA CON ORO
Decían los antiguos que era malo adueñarse de los entierros sagrados de los
Nasa: "Jamás debemos hacer como Martín Quebrada que por atrevido los
espíritus lo castigaron con la muerte".
Martín Quebrada no era pobre, tenía buenos caballos, buenas reses y tierra
abundante. Cuentan que un día andaba en su roza sembrando maíz con su
cuñado Ramos Gugú y sus dos hijos cuando de pronto su macana de sembrar se
hundió más de lo normal. Dejó marcado el sitio pero no le dijo nada a nadie; en
primer lugar, porque no estaba muy seguro de haber encontrado una guaca, pues
muchas veces éstas se confunden con simples nidos de hormigas; y en segundo
lugar, no era bueno hablar de guaca delante de una persona tan ambiciosa como
Ramos. Tales fueron sus pensamientos.
En la tarde, tan pronto se despidió su cuñado, Martín Quebrada sin decirle nada a
su mujer ni mucho menos a sus dos hijos, volvió a la roza y en el sitio donde él
antes había señalado empezó a cavar.
Fue sacando poco a poco la tierra, hasta encontrar piedras de moler que tapaban
la entrada a una cámara en forma horizontal donde halló una calavera y muchos
huesos. Al lado de la calavera, halló una olla de barro con tres patas y adornada
con figuras de animales.
Después que la sacó, y sin protección alguna, miró su contenido y vio que estaba
llena de pepitas parecidas a las uvillas: era oro puro que los familiares del difunto
hace mucho tiempo habían dejado al lado de su cabecera. Muy contento la llevó
a su casa y la guardó en el cielorraso.
Esa noche, Martín no pudo dormir aquejado por una horrible pesadilla cuando
apenas había empezado a cerrar los ojos. Soñó con un hombre negro y alto que lo
quería ahorcar. Preso de pánico, pujó tanto que su mujer desesperada no tuvo
más remedio que echarle agua fría en la cara.
Cuando despertó, le contó la terrible experiencia vivida; sin embargo, Martín desde
esa noche no fue el mismo. A cada rato decía que veía al hombre negro y alto
sentado al borde de su cama. Llamaba asustado a su mujer, pero ésta entraba y
no observaba nada irregular.
Dominga, que así se llamaba su esposa, acudió a los vecinos más cercanos.
Cuando lo vieron, se quedaron aterrados sin saber qué hacer, y como es
costumbre en estos casos llamaron al mejor Thë wala, pues según decían: “A
Martín, le han hecho un maleficio, hay que andarle rápido antes que lo maten”
El médico tradicional vino y tras soplarle hierbas calmantes, aseguró que no era
ningún maleficio, que por el contrario, Martín había cometido una falta muy grave
y por eso estaban enojadísimos los espíritus que resguardan la tierra, pero que las
señas indicaban algo muy malo y lo mejor era andarle rápido.
Fue necesario llamar a otros dos médicos tradicionales a petición del primero. Se
sentaron tres noches seguidas para coger las candelillas y así calmar a los
espíritus que estaban volviendo loco a Martín.
La tercera noche fue decisiva para los médicos tradicionales pues los médicos
tradicionales no cedían. Muy cansados los tres, se durmieron, y fue en ese
momento cuando los espíritus que cuidan la tierra se volvieron más fuertes.
Eran como las tres de la mañana, cuando Martín rompió los lazos que lo ataban.
Salió corriendo porque el hombre negro y alto ya lo iba a agarrar. En la oscuridad y
todavía loco no supo para donde coger.
Al otro día lo encontraron desnucado en una peña feísima donde lo había llevado
el hombre negro y alto.
Los médicos estaban muy tristes porque no habían podido hacer mayor cosa, es
decir, lograr que los espíritus perdonaran a Martín, haciendo que éste reparara
su error.
Mas la causa todavía permanecía en la casa. Efectivamente, en el cielorraso
encontraron la olla, pero en vez de oro hallaron una culebra verde que estaba
enroscada.
Con hierbas frescas de páramo que sólo los médicos conocen, lograron aplacarla.
Ahora faltaba llevarla de nuevo al mundo donde pertenecía.
Los médicos se pusieron de acuerdo porque las señas así lo indicaban, la olla
debía ser tirada al río Páez para que nadie más tuviera el infortunio de hacer
enojar a los espíritus.
Cuando llegaron al río, el médico mayor puso la olla sobre unas piedras y dijo:
“_Vuelve tranquila al mundo donde perteneces…” Al momento se un oyó trueno y
la olla de barro se fue aguas arriba contra la corriente.
De ahí que los Thë walas, siempre recomiendan que por ningún motivo debemos
hacer enojar a los guardianes de la tierra porque así lo han deseado nuestros
mayores.
Leyenda Nasa