Respuestas
Dos políticos cambiaban ideas acerca de las recompensas por el servicio público.
–La recompensa que yo más deseo –dijo el primer político– es la gratitud de mis conciudadanos.
–Eso sería muy gratificante, sin duda –dijo el segundo político–, pero es una lástima que con el fin de obtenerla tenga uno que retirarse de la política.
Por un instante se miraron uno al otro, con inexpresable ternura; luego, el primer político murmuró:
–¡Que se haga la voluntad del Señor! Ya que no podemos esperar una recompensa, démonos por satisfechos con lo que tenemos.
Y sacando las manos por un momento del tesoro público, juraron darse por satisfechos.
El juego de pelota :
Hernán Cortes lanzo la pelota al suelo. Y así el emperador Carlos y sus numerosos cortesanos asistieron a un prodigio jamás visto: la pelota reboto y voló por los aires.
Europa no conocía esa pelota mágica, pero en México y en Centroamérica se usaba el caucho, desde siempre, y el juego de pelota tenía más de 3000 años de edad.
En el juego, ceremonia sagrada, combatían los trece cielos de arriba contra los nueve mundos de abajo, y la pelota, brincona, volandera, iba y venía entre la luz y la oscuridad.
La muerte era la recompensa del triunfador. El que vencía, moría. Él se ofrecía a los dioses, para que no se apagara el sol en el cielo y siguiera lloviendo la lluvia sobre la tierra.