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Lo mato Faustino Lemus Rayo lo asesinaron tras su reelección democrática para una tercera presidencia
robablemente usted, como otros lectores, responderán que Faustino Lemus Rayo. Algunos pensarán en Juan Montalvo. Casi nadie desconoce en el Ecuador la exclamación que se pone en boca del escritor ambateño cuando supo que García Moreno había muerto: “¡Mi pluma lo mató!”. Sin embargo, aquello bien puede pasar por un alarde retórico, que se ajusta a la modalidad de la prosa panfletaria de la época, antes que por plena prueba de una autoría intelectual del asesinato. Cuando este acaece, Montalvo permanecía proscrito en Ipiales. Si bien pesaron sus escritos en el ánimo de quienes conspiraron contra el gobernante y lo atacaron junto a Faustino Rayo en el portal del Palacio de Gobierno el 6 de agosto de 1875 —el mismo Montalvo confesó que hubiera querido dar muerte al tirano como los jóvenes liberales que participaron en el magnicidio—, una indagación penal terminaría por excluir al escritor entre los autores del crimen. Desde enero de l875 se conoció en el país La dictadura perpetua, su opúsculo para refutar al diario panameño Star and Herald por la publicación de un artículo en el cual se pronunciaba a favor de la reelección del presidente ecuatoriano. Con la persuasiva retórica de su prosa, Montalvo traza un tenebroso panorama del despotismo y la tiranía garciana, señala algunos de los hechos más nefastos durante los últimos quince años en el país bajo el mando de García Moreno —sus fusilamientos y atropellos a las libertades, los tratos con Castilla y los intentos de entregar la patria a Francia bajo la figura de un protectorado, la preponderante influencia clerical—, y le reprocha haber vuelto imposible la revolución en el país, “matando a unos, expatriando a otros, envileciendo y entorpeciendo a los demás”. Frente a todo ello defiende el derecho a conspirar contra la tiranía. El Ecuador tiene ese derecho porque se ha convertido en un pueblo esclavo. En el mundo se admiran de que los ecuatorianos no conspiren contra el tirano, “que no lo echen a los perros hecho trizas”. Montalvo resume los sentimientos de odio e iracundia de los opositores a García Moreno y anticipa que “el tiranuelo que quiere ser dictador perpetuo (…) se ha de ir cuando menos acordemos y sin ruido: ha de dar dos piruetas en el aire y se ha de desvanecer, dejando un fuerte olor a azufre en torno suyo”.