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ROMEO: ¡Nuevas de Verona! -¿Qué hay, Baltasar? ¿No me traes cartas del monje? ¿Cómo está mi dueño? ¿Goza mi padre salud? ¿Va bien mi Julieta? Te vuelvo a preguntar esto, porque nada puede ir mal si lo pasa ella bien.
BALTASAR: Pues que bien está ella, nada malo puede existir. Su cuerpo reposa en el panteón de los Capuletos y su alma inmortal mora con los ángeles. Yo la he visto depositar en la bóveda de sus padres y tomé la posta al instante para anunciároslo. ¡Oh, señor! Perdonadme por traer esta funesta noticia; pues que es el encargo que me dejasteis.
ROMEO.- ¿Es lo cierto? Pues bien, astros, yo os hago frente. -Tú sabes dónde vivo, procúrame tinta y papel y alquila caballos de posta: parto de aquí esta noche.
BALTASAR.- Excusadme, señor, no puedo dejaros así. -Vuestras pálidas y descompuestas facciones vaticinan una desgracia.
ROMEO.- ¡Bah! Te engañas. Déjame y haz lo que te he mandado. ¿No tienes para mí ninguna carta del padre?
BALTASAR.- No, mi buen señor.
ROMEO.- No importa: vete y alquílame los caballos; me reuniré contigo sin demora.