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Al iniciar el ejercicio se activa la liberación de las hormonas catabólicas (adrenalina, noradrenalina, glucagon y cortisol) que permiten que se pueda mantener la actividad gracias a que generan la descomposición, y consecuente utilización, de los hidratos de carbono, proteínas y grasas para conseguir energía suficiente.
Ante mayor disponibilidad de hidratos de carbono (azúcar) circulando en la sangre, habrá una menor necesidad del uso de las proteínas músculares como fuente de energía.
El consumo de hidratos de carbono mientras se hace ejercicio logra aumentar la resistencia y reducir el daño natural que se produce en los músculos.
En septiembre del 2013, la School of Sport and Exercise Sciences del Reino Unido publicó las nuevas recomendaciones de la ingesta de dicho nutriente durante el ejercicio y explica que depende de varios factores, remarcando el tiempo de duración como factor preponderante.
Cuanto mayor tiempo dure la actividad física, habrá una mayor demanda del hidratos de carbono. Por ejemplo, si una persona corre una hora, debería ingerir 30 gramos de carbohidratos, tanto en alimento como en bebida. Una botella de una bebida deportiva (240 mililitros) contienen, aproximadamente, 15 gramos de hidratos de carbono lo que permite asociarla a los alimentos y llegar al objetivo. Si dicha persona se mantiene corriendo durante 2 horas, va a necesitar el doble y si es más de 2 horas y media, como ocurre durante una maratón, se van a necesitar hasta 90 gramos.
Las bebidas deportivas son una fuente muy útil de hidratos de carbono por su fácil digestión y, al mismo tiempo, aportan líquidos y electrolitos para la hidratación.