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Respuesta dada por:
8
Este cuento pertenece al genero fantástico debido a que la presencia
de un personaje de carácter espectral, no es posible en la vida en la vida real
axelg4413:
cuáles serían las características de Catalina vengar?
Respuesta dada por:
8
La galera es una historia de crimen y culpa. Una mujer hace un tortuoso viaje uniendo Córdoba con Buenos Aires, en el año 1803. La incomodidad del vehículo, el polvo, el olor de las bestias, el calor del verano le hacen perder la noción de realidad. La pasajera, sin embargo, no se permite dormir. Porta consigo todo el dinero de su hermana, a quien ha asesinado. La señorita sólo ansía llegar a Buenos Aires y con el dinero conseguido comenzar una nueva vida, olvidar el crimen, olvidar la desaparición del testamento, olvidar la culpa. En los paradores, el insomnio se une a la tortura del calor y los insectos. El viaje se va transformando con el correr del tiempo en una aventura infernal.
Intenta con sus escasas fuerzas olvidar a su hermana, pero la monotonía del traqueteo del vehículo parece recordársela a cada minuto. Ella se aleja de Córdoba pero su crimen la persigue. De pronto, el sopor del viaje se quiebra cuando un pasajero, aburrido, enciende una pipa. El aire dentro de la galera se torna irrespirable. La mujer intenta quejarse, pero en ese momento repara en la pasajera que está frente a ella y que no ha visto ascender en la parada de postas: »Lleva una capa gris semejante a la suya y como ella se cubre con un capuchón«.
A través del polvo, la reverberación de calor y el humo de la pipa, la mujer cree reconocer los rasgos de la hermana muerta. La mujer se sobresalta, a la vez que percibe que el resto de los viajeros no han reparado en la nueva acompañante. La hermana fija su mirada en ella, culpándola en silencio. La asesina es presa del pánico. Intenta por medio de un grito quebrar el hechizo de la aparición, pero comprueba que ha perdido la voz; entonces, se desmaya.
Cuando la pasajera vuelve en sí se encuentra tendida a la sombra de un ombú, como si de una de las acostumbradas paradas se tratara. Pero algo parece haber cambiado entre los pasajeros. Tendida, los ve aprestarse a subir a la galera para partir. Quiere llamarlos para que la esperen, pero entonces ve a su hermana subir al vehículo y acomodarse en él. La galera parte: »Y Catalina Vargas queda sola, inmóvil, muda, en la soledad de la pampa y de la noche, donde en breve no se oirá más que el grito de los caranchos«.
El tema de El amigo gira alrededor de la soledad. Gerardo, perpetuo estudiante plagado de hambre y deudas, sobrevive en un Buenos Aires hostil. Su vida se reduce a la espera de la caridad de los vecinos, a la bonhomía del tabernero, a las limosnas que pueda malamente cosechar. Hasta su ropa ha ido vendiendo, pieza a pieza para poder subsistir. Una noche en que merodea la fonda rebosante de soldados españoles, uno de ellos le arroja una moneda. El estudiante comienza a beber, mientras escucha con mansedumbre las bromas que la muchachada hace a su costa. De pronto, un joven apuesto le sonríe desde una de las mesas y brinda con él. Gerardo no lo ha visto nunca, pero su necesidad de amistad es más fuerte que su timidez, y lo invita a beber juntos. Las horas pasan y los jóvenes encuentran nuevos temas de conversación, afinidades, bromas. El desconocido trae a la luz la jovialidad olvidada por el estudiante, como los ayudantes de K. (Das Schloß) le recuerdan »… l´aspetto ludico dell´esistenza che egli pare aver dimenticato«
Toda la noche la viven en la fonda, ensimismados en su amistad naciente, luego salen juntos a recorrer la ciudad. »Hablan como únicamente pueden hablar dos solitarios hambrientos de comunicación«.
Al llegar la madrugada, se separan, citándose para la misa cantada de la iglesia de Santo Domingo. Una sensación de felicidad embarga al joven, a pesar de no poder recordar, camino a su habitación, ni una palabra de lo hablado durante la noche. A la mañana siguiente, Gerardo busca entre las cabezas de los fieles, la melena dorada de su amigo. Al no encontrarlo, sale a recorrer los alrededores, lo busca en la Plaza Mayor, en las callejuelas engalanadas para el paso del Virrey. Finalmente, al colmo de la desesperación, comienza a preguntar por él a los pasantes, a los conocidos, a los vendedores ambulantes, pero nadie parece haberlo visto jamás: »Porque si alguno se acercara y le dijera que la noche del sábado … la pasó hablando solo y riendo solo, le mataría con esas manos huesudas …«.
Intenta con sus escasas fuerzas olvidar a su hermana, pero la monotonía del traqueteo del vehículo parece recordársela a cada minuto. Ella se aleja de Córdoba pero su crimen la persigue. De pronto, el sopor del viaje se quiebra cuando un pasajero, aburrido, enciende una pipa. El aire dentro de la galera se torna irrespirable. La mujer intenta quejarse, pero en ese momento repara en la pasajera que está frente a ella y que no ha visto ascender en la parada de postas: »Lleva una capa gris semejante a la suya y como ella se cubre con un capuchón«.
A través del polvo, la reverberación de calor y el humo de la pipa, la mujer cree reconocer los rasgos de la hermana muerta. La mujer se sobresalta, a la vez que percibe que el resto de los viajeros no han reparado en la nueva acompañante. La hermana fija su mirada en ella, culpándola en silencio. La asesina es presa del pánico. Intenta por medio de un grito quebrar el hechizo de la aparición, pero comprueba que ha perdido la voz; entonces, se desmaya.
Cuando la pasajera vuelve en sí se encuentra tendida a la sombra de un ombú, como si de una de las acostumbradas paradas se tratara. Pero algo parece haber cambiado entre los pasajeros. Tendida, los ve aprestarse a subir a la galera para partir. Quiere llamarlos para que la esperen, pero entonces ve a su hermana subir al vehículo y acomodarse en él. La galera parte: »Y Catalina Vargas queda sola, inmóvil, muda, en la soledad de la pampa y de la noche, donde en breve no se oirá más que el grito de los caranchos«.
El tema de El amigo gira alrededor de la soledad. Gerardo, perpetuo estudiante plagado de hambre y deudas, sobrevive en un Buenos Aires hostil. Su vida se reduce a la espera de la caridad de los vecinos, a la bonhomía del tabernero, a las limosnas que pueda malamente cosechar. Hasta su ropa ha ido vendiendo, pieza a pieza para poder subsistir. Una noche en que merodea la fonda rebosante de soldados españoles, uno de ellos le arroja una moneda. El estudiante comienza a beber, mientras escucha con mansedumbre las bromas que la muchachada hace a su costa. De pronto, un joven apuesto le sonríe desde una de las mesas y brinda con él. Gerardo no lo ha visto nunca, pero su necesidad de amistad es más fuerte que su timidez, y lo invita a beber juntos. Las horas pasan y los jóvenes encuentran nuevos temas de conversación, afinidades, bromas. El desconocido trae a la luz la jovialidad olvidada por el estudiante, como los ayudantes de K. (Das Schloß) le recuerdan »… l´aspetto ludico dell´esistenza che egli pare aver dimenticato«
Toda la noche la viven en la fonda, ensimismados en su amistad naciente, luego salen juntos a recorrer la ciudad. »Hablan como únicamente pueden hablar dos solitarios hambrientos de comunicación«.
Al llegar la madrugada, se separan, citándose para la misa cantada de la iglesia de Santo Domingo. Una sensación de felicidad embarga al joven, a pesar de no poder recordar, camino a su habitación, ni una palabra de lo hablado durante la noche. A la mañana siguiente, Gerardo busca entre las cabezas de los fieles, la melena dorada de su amigo. Al no encontrarlo, sale a recorrer los alrededores, lo busca en la Plaza Mayor, en las callejuelas engalanadas para el paso del Virrey. Finalmente, al colmo de la desesperación, comienza a preguntar por él a los pasantes, a los conocidos, a los vendedores ambulantes, pero nadie parece haberlo visto jamás: »Porque si alguno se acercara y le dijera que la noche del sábado … la pasó hablando solo y riendo solo, le mataría con esas manos huesudas …«.
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