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La leña. Un ejemplo clásico de aprovechamiento de materia orgánica es la recolección de leña para quemar y así obtener calor, tanto para calefaccionar un hogar mediante chimeneas, como para alimentar un fuego en que se cocinan los alimentos. Este método data de tiempos inmemoriales y aún persiste entre las costumbres humanas.
Cáscaras de semillas y frutos secos. Estos residuos de la ingesta de productos alimenticios son comúnmente descartados en la basura, pero poseen un valor combustible nada despreciable. En muchos hogares rurales se lo almacena y se utiliza para alimentar fuegos, o incluso en la obtención de aceites vegetales para lubricante.
Restos de comida. La materia orgánica sobrante de nuestras comidas tiene un potencial energético relativo, no sólo como alimento para procesos de compost y fertilización de suelos, sino también en la obtención de biogás mediante procesos de digestión anaerobia (sin presencia de oxígeno). Las bacterias que protagonizan este proceso producen altos niveles de metano, semejante a lo que ocurre en nuestro intestino, lo cual hace al biogás muy inflamable.
La remolacha, la caña, el maíz. Los frutos ricos en azúcares, como la caña, la remolacha, el maíz, son aprovechables en la obtención de bioetanol, a través de un proceso de fermentación semejante al de la obtención de los licores, ya que produce un alcohol hidratado. A dicho alcohol se le retira el 5% de agua y se obtiene un combustible aprovechable energéticamente, semejante a la gasolina.
Tallos, residuos de poda, madera y otros verdes. En el cuerpo de las plantas se almacenan azúcares como la celulosa, los almidones y otros carbohidratos fruto de la fotosíntesis, que son aprovechables como biomasa en procesos de conversión en azúcares fermentables para la obtención de biocombustibles. Muchos de estos residuos son colectables sin sacrificar el alimento, dado que muchas plantas deben ser podadas, resembradas o arrancadas luego de dar frutos y usualmente este material es desechado.
Maíz, trigo, sorgo, cebada y otros cereales. De manera semejante a la obtención de la cerveza, estos cereales y vegetales son sumamente ricos en almidones, que son carbohidratos complejos de los que se puede obtener bioetanol a través de la fermentación alcohólica.
Aserrín o serrín. Una fuente posible de biomasa se encuentra en las enormes cantidades de madera en polvillo que desechan los aserraderos y la industria maderera como tal. Todo este polvillo posee el mismo potencial combustible de la madera, amén de ser una fuente de celulosa para obtención de azúcares fermentables en bioalcoholes.
Mosto vinícola y vinos sulfurados. Los vinos descompuestos y residuos de mosto de su fabricación son fuentes de biomasa, ya que proveen alcoholes brutos a los que debe luego retirárseles el anhídrido sulfuroso (SO2), su carga de metanol (corrosivo para motores de combustión) y finalmente pueden usarse para obtener bioetanol.
Residuos ganaderos. La ganadería es una fuente de materia orgánica importante que puede servir de biomasa, como son los excrementos de los rumiantes (cuya alimentación exclusiva de celulosa vegetal es prometedora) o incluso las grasas sobrantes del aprovechamiento animal.
Aceites residuales domésticos. Una fuente de biomasa líquida son los aceites que desechamos luego de cocinar, en su mayoría elaborados a partir de girasol, canola, incluso oliva, en fin, productos vegetales. La elaboración de biodiesel a partir de ellos requiere de labores de filtrado de los desechos sólidos, etapas de transesterificación para convertir los triglicéridos en metil ésteres, y el agregado de metanol. ↓