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Juan Nadie se siente invisible. Sus padres se olvidan de él, sus maestros lo ignoran, e incluso los matones de la escuela lo dejan solo. Este verano, como todos los años, sus padres lo han enviado al campamento. Pero este año es diferente. Aquí se encuentran otros invisibles: Lex, Al, Ana y Salome (que en realidad pueden volverse invisibles). Lex es el hijo de un infame jefe de la mafia, que pronto será juzgado. El juez a cargo es Zagal, padre de Al, una niña gordita con sus propios problemas. Ana es la más joven del grupo, sus padres se separaron después de la muerte de su hermano Simon. Simon, el fantasma de la historia, decidió quedarse en la tierra después de su muerte para proteger a su hermana. Salomé es el más antiguo y el único con el verdadero poder de la invisibilidad. Juntos, los cinco se ayudan mutuamente para superar sus miedos y golpear al acosador del campamento, pero eso no es todo. En el camino tienen que encontrar una cueva y un libro perdido hace mucho tiempo que guarda los secretos del poder de Salomé. La búsqueda se interrumpe cuando Al es secuestrado por dos matones, presumiblemente a sueldo del padre de Lex, Don Destí. Aunque todo queda claro, cuando descubren que el culpable no es Destí sino otro criminal que está siendo juzgado por el juez Zagal. Los Invisibles ayudan a liberar a Al, en el proceso de devolver el libro a la familia Salomé y, a medida que se acerca el final del verano, juran mantenerse unidos.
Más que por la propia trama del libro, merece la pena leerlo por lo que puede provocar en nosotros. En mi caso, el sentimiento predominante ha sido la impotencia, y en menor medida, la lástima y la rabia, que también pueden aparecer. Está claro que en el mercado hay muchos libros con historias similares pero lo que hace diferente a esta novela es el sentido que le ha dado el autor, muy psicológico, muy introvertido y muy verosímil. Los acontecimientos se desarrollan de forma tan paulatina que, a pesar de que nos esperamos el desenlace más que probable, asistimos como meros espectadores a un drama del que, efectivamente, todos solemos ser solo testigos mudos de víctimas invisibles. Es un tema muy duro que seguramente conozcamos de primera mano en cualquiera de los papeles que se asignan a los distintos personajes que aparecen en la novela (el mejor amigo, la profesora, los padres). Sin embargo, el autor se encarga de remover conciencias de una manera, a la vez, muy hábil en el desarrollo de ideas reflexivas y muy respetuosa con los lectores más sensibles, dándole un aire incluso surrealista a través de los ojos del protagonista, que intenta darle algún sentido (si lo tiene) a todo lo que está ocurriendo.
Por otra parte, Eloy Moreno tiene una narración en apariencia sencilla pero que utiliza múltiples recursos literarios que la hacen más compleja de lo que a priori pueda parecer. A pesar de que lo conocía, hasta ahora no había tenido ocasión de “leerlo”, entre comillas, y puedo asegurar que no va a ser la última porque sus palabras me han calado muy hondo. Creo que tiene muchísimo mérito haber logrado que una historia cotidiana (horriblemente cotidiana) se haya vuelto inolvidable para mí, a pesar de haber leído bastantes libros con la misma temática. Si me pongo a pensarlo, diría que se debe a la forma tan original en la que ha decidido contarla, a los matices que ha decidido incluir para que no todo sea blanco o negro, a la progresividad con la que me ha ido introduciendo en el interior de la mente de cada personaje y a la forma tan llana con la que ha decidido darles voz, unas veces con la primera persona desde dentro en el caso del protagonista y otras veces, de manera más impersonal, con una voz narradora más alejada en tercera persona, para algunos de los secundarios más relevantes.
Respecto al estilo narrativo, utiliza un lenguaje y un vocabulario adecuado para cualquier rango de edad y puede ser un libro dirigido a todo tipo de público (es más, debería serlo). Se mueve entre los diálogos y los pensamientos descriptivos y utiliza el misterio como motor de enganche a la lectura: al comenzar no sabemos qué ha ocurrido, no sabemos quién es el protagonista, ni por qué se despierta en una cama de hospital, ni quiénes son los diferentes personajes que van apareciendo únicamente identificados con alguna característica peculiar (la chica de las pulseras, el chico con una cicatriz en la ceja, el chico de nueve dedos y medio, una profesora...). Además, aparecen muchísimas alusiones a superhéroes, incluso con citas literales (de algunas de mis películas preferidas) que para mí personalmente es siempre un puntazo a favor y, por otro lado, el autor aprovecha también la introducción de cuentos o fábulas intermedias con moraleja para incrementar la sensación de que hay algo que ya sabemos que está ocurriendo pero sobre lo que no estamos reflexionando en serio.
En definitiva, poco más se puede añadir que no sea contar directamente lo que os vais a encontrar en esta pequeña gran novela. Ha sido un descubrimiento enorme que no me voy a cansar de recomendar a partir de ahora, aun a riesgo de parecer pesada. Es posible que sea una lectura dura e incluso muy difícil de soportar si somos lectores demasiado empáticos pero, también os digo, se trata de eso, porque por muy concienciados que estemos con este problema social, lo cierto es que siguen ocurriendo cientos de casos sin que nadie haga nada y quizás leyendo y recomendando lecturas como esta, el mensaje pueda llegar a esas personas que sí que llevan su conciencia a la acción. Así que sí, casi me siento obligada a difundir libros como este solo por la esperanza de que lleguemos a ser una sociedad mejor y este tipo de historias terminen por quedarse únicamente en la ficción.
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