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El sentimiento de “crisis de valores” nos aborda cuando con frecuencia vemos a los integrantes de nuestro equipo no poner en práctica los principios organizacionales que se supone conocen, o exhiben comportamientos contrarios a los mismos. Al sentir que no remamos en la misma dirección se produce mucha tensión en la organización o comunidad. Es lógico que así sea, porque todo nos cuesta más: ponernos de acuerdo, actuar de manera coordinada y lograr los objetivos que nos planteamos. Se ha vuelto un lugar común dentro de las empresas hablar de valores como la excelencia, el liderazgo o la innovación. Pero en la mayoría de los casos son sólo palabras o intenciones generales. Los miembros de esas organizaciones no cuentan con suficiente orientación para comprender lo que esos conceptos significan frente a sus retos cotidianos. Promover la excelencia se puede convertir en algo difícil en organizaciones con jefes arbitrarios, y la innovación no es fácil de asumir si con frecuencia se interponen argumentos tales como “¿para qué cambiar si siempre lo hemos hecho así y aún funciona?” . Los ejemplos anteriores son apenas algunas de las contradicciones que originan la sensación de crisis de valores. Cuando la teoría y la práctica se contraponen generan tensión, insatisfacción y crisis. En otras palabras, no es fácil promover valores si en la cotidianidad prevalecen otros principios o “anti-valores”. Las crisis de valores, creencias o principios se producen cuando su significado comienza a perder sentido y utilidad práctica en asuntos concretos.