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No nos hemos comunicado en un tiempo y eso me ha dado el espacio que necesitaba para pensar, considéralo como un testimonio de lo mucho que te quiero y que me esforcé para mantener vivo lo que un día me hizo tan feliz.
Hay una vieja historia que aprendí sobre los mandalas, los cuales son realizados con arena de colores por monjes budistas tibetanos llevadas a cabo como representaciones geométricas. Los monjes realizan con mucha paciencia y devoción 6 largos pasos que emprenden desde una ceremonia de apertura; imagina que los monjes dibujan sobre una base de madera los diseños con tizas, cada estructura es dibujada con total exactitud y precisión, una tarea que puede durar hora, días y semanas completas.
Al terminar los monjes vierten millones de granos de arena procedentes de piedras preciosas y es un periodo que puede durar semanas completas, para ello utilizan unos embudos tradicionales que se llaman chack-pur; estos crean vibraciones que hacen fluir la arena como una especie de líquido que al caer se va expandiendo desde el centro hasta las orillas simbolizando el nacimiento.
Los monjes concluyen la creación del mándala de arena con una fiesta a la cual asisten miles de personas es un acto de profunda fe, pero una vez acabada la obra ésta es destruida; los monjes deshacen el mándala barriendo el trabajo que les costó meses, desde las orillas al centro; acto que simboliza la muerte, representando lo efímero de la existencia.
Esto me enseño que nada es para siempre, la naturaleza cíclica del tiempo todo lo vuelve estático o permanente. Acepté vivir sobre la fricción porque le temía al cambio, en realidad tú no fuiste quien desato el caos en mi vida, mi vida ya era un caos cuando te conocí; eso sucede cuando no enfrentamos situaciones, personas, sentimientos o quizás cuando no cerramos ciclos a tiempo.