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Deísmo
El término deísmo se incorporó en el siglo XVI, pero hasta la época de la Ilustración no tomó mayor auge. El término comenzó a asignarse a todos los partidarios de la llamada religión natural, la cual negaba la verdad y era accesible al hombre con ayuda de su razón.
El proceso de las ciencias demolió las últimas referencias a la Biblia como única fuente del conocimiento. En tal sentido, se apeló a la necesidad de elaborar una fe común, para retornar a las experiencias religiosas y fundar así la verdadera religión natural.
Los ilustrados deístas creyeron en la existencia de un Creador, pero relegaban la función de Dios como el autor de todo el universo.
El pensamiento deísta fue inevitablemente tachado por la Iglesia, lo cual trajo al principio una serie de conflictos al considerarlos como ateos. Más tarde, la radicalización de los deístas generó una tolerancia que sirvió como inspiración para el movimiento.
Humanismo
Para los ilustrados de la época, el hombre se convirtió en el centro de todas las cosas, sustituyendo a Dios en este sentido; todo comenzó a girar en torno al ser humano, la noción de Dios comenzó a perder protagonismo y la fe se trasladó de Dios al hombre.
A partir de ese momento, se comenzó a desarrollar una cultura exclusivamente laica y anticlerical. Dentro del movimiento de la Ilustración, el deísmo cobró fuerza, como también el agnosticismo e incluso el ateísmo.
Racionalismo
Según la doctrina del racionalismo, prevalece la razón y la experiencia sobre la emoción; es decir, todo lo que no pueda estar incluido en el racionalismo simplemente no puede ser creído. De hecho, hay referencias que sirven para apoyar la idea de que, en la Revolución francesa, se rindió culto a la diosa de la razón.
Para los ilustrados, todo conocimiento humano parte de ese concepto. El primero que definió tales términos fue el filósofo francés René Descartes durante los siglos XVII y XVIII, mientras que más tarde el prusiano Immanuel Kant acentuó la afirmación de la razón como obtención del conocimiento.
Utilitarismo
El utilitarismo afirma que la mejor acción es la que se maximiza en la utilidad; para los ilustrados, la sociedad debía ser educada antes de ser entretenida.
La literatura y el arte debían tener un fin útil; es decir, más allá del entretenimiento su función principal debía consolidarse en la enseñanza. Muchas de las sátiras, fábulas y ensayos sirvieron para depurar las malas costumbres de las sociedades y corregirlas.
Para el ilustrado español Benito Jerónimo Feijoo, la superstición que imperaba en la sociedad de la época fue un error común que debía eliminarse. Feijoo escribió una serie de ensayos con el fin de educar a las sociedades y alejarla del oscurantismo.
Adopción de lo clásico
En la Ilustración, se adoptó la idea de que para llegar a un resultado óptimo o una obra maestra se debía imitar a lo clásico o grecorromano, lo cual se traduce a nuevas concepciones en la arquitectura, pintura, literatura y escultura.
De hecho, los líderes ilustrados del momento argumentaron que se debía desechar cualquier originalidad y que debían aferrarse solo al movimiento grecorromano dando como resultado el movimiento del neoclásico. En este sentido, se excluyó lo imperfecto, lo oscuro, lo supersticioso y extravagante.