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El título que alude a Olduvai quiere resaltar la importancia de la energía eléctrica en la civilización humana. La trascendencia de un suministro eléctrico continuo la pondera adecuadamente la Teoría de Olduvai, que la resume crudamente con la idea de que perderlo sería como retroceder a un mundo medieval.
La disponibilidad de energía limpia y controlada para nuestro uso final en cualquier momento y lugar de nuestro entorno podríamos considerarlo como un milagro, pero como la sensación con más pronta caducidad en el ser humano es la sorpresa, dejamos de valorarlo ya hace mucho tiempo, quizás demasiado.
Casi la totalidad de los instrumentos que usamos en nuestra actividad diaria utilizan la electricidad como un fluido de energía. Además se sirve de la lógica digital implementada mediante la electrónica para el control, de forma que en el extremo de esa maravilla tecnológica esté la extremidad del ser humano: un dedo, mano o pié que administre los efectos de esa energía sobre casi todo con lo que interactuamos, y esto no es ciencia ficción, es una realidad que supera a todo lo que pudimos imaginar, ¡Así es el mundo del BAU!
Pero volviendo a la frase anterior, vamos a poner énfasis en el concepto de milagro, que a los efectos de este articulo lo vamos a equiparar a: un suceso que tiene una ínfima probabilidad de producirse, y aun menos de forma continuada, y por supuesto lo contemplamos como el resultado del uso intensivo de enormes cantidades de energía con la tecnología para manejarla.