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Los jóvenes y las mujeres fueron actores centrales de sus palabras. El Papa insistió en el papel que tiene la Iglesia de entusiasmar a la juventud frente a la fe: “Nos toca a nosotros presentarles grandes propuestas para despertar en ellos el coraje de arriesgarse junto a Dios”. Destacó también el importante papel de la mujer en la sociedad latinoamericana. Aseguró que “la esperanza en América Latina tiene un rostro femenino”. Reconociendo el trabajo múltiple de las mujeres fue categórico: “Sin las mujeres, la Iglesia del continente perdería la fuerza de renacer continuamente (…). Si queremos una nueva y vivaz etapa de la fe en este continente, no la vamos a obtener sin las mujeres”.
El Papa no ocultó los principales asuntos que lo inquietan: la necesidad de defender la vida desde la concepción, la lucha contra el alcohol, la drogadicción, la defensa del matrimonio, el importante papel de los padres en la educación de sus hijos y la recuperación de los valores: “Pienso en tantos jóvenes amenazados por el vacío del alma y arrastrados en la fuga de la droga, en el estilo de vida fácil, en la tentación subversiva”