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Los colla de las Provincias de Copiapó y Chañaral deben su nombre a una generalización del etnónimo colla que se impuso en el siglo XIX a la población indígena que habitaban en la región de la Puna de Atacama y en algunos valles altos del noroeste de Argentina. La Puna de Atacama pertenecía a Bolivia hasta 1900, año en que su territorio fue intercambiado por Tarija a la República de Argentina. Desde ese momento, se generalizó el término colla para denominar a la población indígena dedicada a la actividad ganadera que vivía en el altiplano de las actuales provincias argentinas de Jujuy, Salta y Catamarca. El origen de esta población ganadera era multiétnico, conformado por atacameños que habitaban a uno y otro lado de la cordillera, por migraciones aymara y posiblemente quechua de más al norte, que se fundieron con la población indígena originaria de los valles trasandinos. Cabe destacar que el pueblo colla de Chile no tiene ninguna relación histórica con el llamado “señorío” Colla de origen aymara que habitó las márgenes del lago Titicaca en tiempos prehispánicos.
Algunas de las familias colla que habitaban en la Puna de Atacama y en los valles circumpuneños argentinos, migraron hacia la precordillera chilena a fines del siglo XIX y principios del Siglo XX, la mayoría procedentes de Fiambalá y Antofagasta de la Sierra. En estas nuevas tierras, los colla se unen a familias sobrevivientes del antiguo “pueblo de indios” de San Fernando de Copiapó y a crianceros tradicionales procedentes del Norte Chico. En el pasado, los colla sostenían su economía con el abastecimiento a los centros mineros, oficinas salitreras y pequeños poblados, llevando sus productos ganaderos, textiles y combustible vegetal. Complementaban su economía pastoril con la caza de guanacos, vicuñas y chinchillas, con la recolección de leña, la confección de carbón, la actividad pirquinera y la arriería de mulas. Con posterioridad a la década de 1970, se produce una sistemática disminución de la población colla en la cordillera, debido a la migración a los centros urbanos aledaños. Así cuando a principios de la década de 1990 se constituyeron las primeras comunidades indígenas colla, la mayoría de sus miembros ya vivía en pueblos y ciudades desarrollando trabajo asalariado. Hoy en día solo unas pocas familias colla mantienen en la cordillera alguna actividad ganadera, principalmente caprina.