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Napoleón centró sus guerras en contra de las monarquias de Europa. Llevando al continente europeo a la liquidación del sistema feudal, la liberalización de las leyes de propiedad, el fin de los derechos señoriales, la legalización del divorcio, la desintegración de los guetos judios, el colapso de la inquisición, la destrucción permanente del sacro imperio romano, la eliminación de los tribunales de la iglesia y de la autoridad religiosa, entre otros.
Sin embargo hubo ideas liberales que Napoleón defendia, y sin embargo, no tomaba en cuenta o cumplia a la hora de la implementación. Por ejemplo, la discriminación en contra de las mujeres, en favor del "orden natural", o la proclamación de Napoleón de "Emperador", cuando se estaba en contra de estos sistemas que se podian tornar absolutistas.