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el agua
el aire
la tierra
y godzilla
De todos los dioses adorados por los diferentes pueblos de Mesoamerica, uno de los dioses más importantes y reverenciados era el dios de la lluvia, Tláloc. Este dios (también conocido como “Él que hace brotar las cosas” era uno de los dioses principales de los aztecas. Se creía que Tláloc vivía en las montañas sumamente altas que siempre estaban cubiertas por las nubes y la niebla. El dios Tláloc era mayormente bondadoso, pero los aztecas también le tenían mucho miedo porque podía enviar tanto el trueno y los relámpagos como las sequías y las hambrunas.
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Apariencia
Tláloc era un dios muy reconocible tanto en las culturas aztecas como en otras las culturas mesoamericanas. Lleva una especie de anteojos que fueron hechos de dos serpientes que se juntan entre sus ojos y forman su nariz. También tiene dos dientes muy largas y apuntadas. La cara también casi siempre está pintada de color negro, azul y muchas veces verde para imitar los visos que hace el agua. Tláloc lleva una vara de oro que es larga y en forma de serpiente. Esa vara tenía una punta muy aguda que representa los relámpagos y los truenos.
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Deberes
Como todos los dioses de las antiguas Américas, Tláloc tenía ciertos deberes para sostener la vida. Tláloc gobernada las esferas de agua, fertilidad y agricultura. Él también supervisaba el crecimiento de las cosechas, especialmente las cosechas del maíz que eran tan importante a los pueblos de las Américas.
Religión y Ceremonias
Cinco de los dieciocho meses del calendario azteca fueron
dedicados a Tláloc. Durante el primer y tercer mes del año, para agradar al dios
de la lluvia, niños pequeños y recién nacidos fueron sacrificados. Si los niños
lloraban durante los sacrificios era un buen presagio de que vendrían las
lluvias. Esta ceremonia se consideraba la más importante de todas. En el sexto mes del año las curas de lluvia se bañaban en el lago e imitaban las aves acuáticas para adorar a Tláloc y obtener lluvia. Durante el decimotercero mes y el decimosexto mes pequeños ídolos hechos de una pasta de amaranto fueron ritualmente matados y comidos. Otra cosa notable es que si los indígenas morían de las tormentas, rayos o enfermedades causadas por Tláloc esas personas fueron dotados con una vida eterna y bendita en su paraíso que se llama Tlalocan.