Respuestas
se realizan con cámaras especiales llamadas cámaras fotogramétricas. Tienen un coste muy elevado, una alta resolución, son automáticas y debido a su peso (entre 80 y 110 Kg) deben ser acopladas a aviones de tamaño medio-grande.
Los vuelos fotogramétricos deben estar perfectamente planificados, se deben tener en cuenta las condiciones meteorológicas (se busca una buena luminosidad, transparencia atmosférica, poca nubosidad...), la altura del vuelo (que determinará la escala de las fotos), el número de pasadas, el número de fotos en cada pasada, el intervalo de tiempo entre dos fotogramas, el material, el área que será fotografiada, la hora más conveniente...
Una vez que el vuelo ha sido planificado, el avión realiza una serie de pasadas a baja velocidad y en paralelo, generalmente en dirección este-oeste (para permitir un mejor visionado de la foto, de las sombras y el relieve), cubriendo todo el área.
Cada fotografía aérea vertical suele estar asociada con las fotos de alrededor, mostrando un solapamiento horizontal (también conocido como traslape o sobreposición lateral) que varía entre el 40% y el 60%, y un solapamiento vertical de entre el 20 y el 40%. Este solapamiento es imprescindible para asegurar la visión esteroscópica y para que puedan ser transformadas en ortofotografías