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Presencia actual de lo precolombino
Aunque lo precolombino es muy importante para entender qué somos, no es cierto que haya una identidad absoluta , ni siquiera mayoritaria, entre la cultura latinoamericana y la cultura precolombina, no tampoco que para encontrar nuestra verdadera identidad haya que sobredimensionar o absolutizar el indudable aporte indígena.
Los portadores de esta cultura, los indígenas, murieron masivamente en las batallas, víctimas de enfermedades traídas por lo europeos (contra las cuales sus organismos no pudieron oponer resistencia) o a causa de los duros trabajos de la esclavitud a la que fueron sometidos. Los sobrevivientes fueron asimilados por el mestizaje, y actualmente son muy pocas las regiones de América Latina en las que aún pueden hallarse núcleos significativos de población estrictamente indígena.
Es cierto que en las últimas décadas se han hecho esfuerzos por conocer el pasado prehispánico y recuperar dichas raíces, pero este saber es de tipo académico y en muchas ocasiones arqueológico. Al respecto llama la atención el hecho de que cuando se habla de "nuestra idiosincrasia" y "nuestra tradición", generalmente nos remitimos a costumbres que provienen de la época colonial, en donde el componente prehispánico es el dominante, por ejemplo, el tan nuestro "Torito pinto", no es más que la representación de la tauromaquia, tan típicamente española.
Pese a lo expresado anteriormente, según Rudolf Grossmann, la cultura precolombina no es un fósil ni una realidad de museo. Todo lo contrario, aún configura y determina muchos de nuestros modos de ser y de estar en el mundo, pues ha permanecido como un substrato a través de los siglos, como una raíz que hasta hoy se ha resistido a morir.
En primer lugar, tenemos lo evidente: una gran cantidad de vocablos y nombres de lugares que son de origen prehispánico. En segundo lugar, lo precolombino se ha manifestado como una importante vena temática, que ha inspirado el esfuerzo de nuestros mejores poetas y narradores, en un intento por recuperar o re-crear ese mítico pasado perdido.
Sin embargo, la influencia más importante se manifiesta en una actitud vital, transmitida de manera explícita y, sobre todo, implícita, a través de las generaciones. La reproducción de los esquemas educativos tradicionales al interior de la familia es lo que explica este hecho, fácilmente constatable. En efecto, hay ciertas posturas anímicas ante la realidad, es decir, actitudes, comportamientos y creencias ancestrales que aún pueden rastrearse en la memoria colectiva.