cómo influye la noción de frontera en la identidad cultural de las personas

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Respuesta dada por: sofiao283
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La historia de la antropología puede comprenderse como intentos sucesivos, casi siempre fascinantes, de construir conceptos, nativos y teóricos, que nos permitan avanzar en la comprensión de otros puntos de vista distintos de los nuestros, en trabajar la diferencia, en entender y explicar y la diversidad. ¿Acaso diferencia y diversidad sean meras ficciones? ¿Pueden reducirse a efectos discursivos, a inventos arbitrarios y efímeros? ¿Todas las diferencias culturales son reductibles a efectos ilusorios de las identidades construidas? Para intentar responder a estas cuestiones desde la antropología, creo, necesitamos distinguir dos nociones que lamentablemente aparecen sobrepuestas y entremezcladas de maneras confusas en el debate actual de las ciencias sociales y los estudios culturales. Me refiero a las nociones de cultura e identidad.

Una distinción conceptual clara y precisa entre “cultura” e “identidad” resulta imprescindible para el análisis antropológico de los procesos sociales. El concepto antropológico de “identidad” históricamente se constituyó y enriqueció a partir de estudios sobre relaciones interétnicas, fronteras étnicas y etnicidad. Proponemos aquí que un concepto de cultura con fuerte linajes se renueve incorporando aportes decisivos de las teorías sobre la nación. Cultura y nación, en tanto nociones teóricas, comparten por su alto grado de complejidad no sólo la característica de ser históricas, sino las de ser unidades heterogéneas y conflictivas.

 

Cultura e identidad

En los años cuarenta, Evans-Pritchard distinguió la noción de distancia física y de distancia estructural. Decía Evans-Pritchard que esta última es la distancia entre grupos “expresada en función de sus valores”, “la distancia entre grupos de personas en la estructura social” (1997). En otros términos, dos grupos físicamente muy cercanos pueden estar simbólicamente muy distanciados y viceversa.

Esta distinción tiene enorme actualidad: hay una autonomía absoluta entre la esfera territorial y la identitaria. Una persona de cualquier grupo puede sentirse simbólicamente cercana de alguien que se encuentre en la otra punta del planeta y sentirse extremadamente ajena a su vecino. Si alguna vez, aunque fuera equivocadamente, la diferencia se asoció a la lejanía, hoy se ha hecho patente la imposibilidad de esa presunción. El extranjero no está sólo del otro lado de la frontera: también ha cruzado para venir a vivir con nosotros. El extranjero somos nosotros cuando arribamos a otra parte, donde “otra parte” no significa otro espacio distante físicamente sino otra espacialidad simbólica.

Como estos contactos no sólo se han tornado cotidianos, sino que son evidentemente constitutivos, una nueva distinción se hace necesaria. En lo que antes se llamó la distancia estructural o la distancia simbólica, en realidad, se condensan dos dimensiones que tienen plena autonomía (o, al menos, no guardan entre sí relaciones de causalidad o determinación). Se trata de la diferencia entre la distancia cultural y la distancia identitaria.

Ante “la idea de la muerte en México” (Lomnitz, 2006), observando los nacionalismos, frente al “voce sabe com quem están falando” (DaMatta, 1979), sufriendo una guerra civil, presenciando la re-etnización de un grupo o pueblo indígena, intentando comprender la circulación de carnavales o religiones afro en las zonas de frontera, ante mapunkies o mapurbes,[1]  al ver movimientos subalternos apropiándose de las últimas tecnologías, necesitamos preguntarnos qué trabajo interpretativo pueden hacer las nociones, tan polisémicas y confusas, de cultura e identidad.

Cultura e identidad son términos necesarios para comprender los mundos contemporáneos. Sin embargo, han sido invitados a hacer su trabajo interpretativo de maneras tan disímiles, en sentidos tan contradictorios, que actualmente es difícil saber qué se pretende decir con estos términos. Una parte de esa confusión se deriva en que han sido sobrepuestos, mencionados a veces como sinónimos intercambiables, lo cual dificulta quizás enunciar uno de los interrogantes clave de cualquier proceso social y simbólico: ¿cuáles son y por dónde se desplazan las fronteras de la cultura y las fronteras de la identidad? ¿cuándo coinciden, cuándo se solapan, cuándo se encastran?

Este texto busca realizar un recorrido sinuoso para construir esa distinción. Distinción especialmente complicada porque es tan imprescindible para saber qué pretendemos significar como dificultosa por la imbricación entre ambos fenómenos que se produce cotidianamente. Antes de ingresar en ese camino sinuoso, enunciaremos de manera simplificada de esta diferencia.

Los seres humanos no escog

Respuesta dada por: lachiquita40
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