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Cuando Dios comenzó a trabajar con Abram (su nombre fue cambiado después a Abraham), Dios le dio una orden y una promesa increíble. La orden fue: “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré” (Génesis 12:1).
Al explicar la promesa que Él le daría a Abraham por su obediencia, Dios continuó: “Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (vv. 2-3).
Esta promesa tiene múltiples componentes, incluyendo la promesa de múltiples descendientes, fama, protección divina y que Abraham por medio de sus descendientes sería una bendición para todas las personas. El hijo de Abraham, Isaac, y el nieto, Jacob fueron “coherederos de la misma promesa” (hebreos 11:9; énfasis añadido).
Debido a los múltiples componentes que eran parte de esta promesa también es aceptable referirse a estos componentes como promesas. De hecho, en varias traducciones de la Biblia la frase de Pablo en Gálatas se traduce: “Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas” (Gálatas 3:16)