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La doctora en Psicología Laura Berk, de la Universidad Estatal de Illinois, en su libro «Desarrollo a través de la vida», publicado a finales de 2014, expone las últimas investigaciones y hallazgos sobre el origen de las emociones y los sentimientos. Dentro de los descubrimientos más novedosos se encuentran datos que debemos conocer y sobre los cuales deberíamos reflexionar para mejorar la percepción de nuestro mundo interior como del mundo que nos rodea.
La doctora Berk menciona la clasificación de las emociones en Básicas (alegría, temor, enojo y tristeza) y las Autoconscientes o Inducidas (culpa, vergüenza, envidia, pena). Las emociones Básicas, llamadas de esta manera, precisamente porque el cuerpo humano se programa desde su vida dentro del útero para iniciar el proceso que se consolidará en los primeros meses, después de nacer. Así, por ejemplo, la alegría como emoción se puede determinar en bebés al realizar movimientos diferentes cuando oyen la voz de la madre en etapas tan tempranas como los 5 meses de vida intrauterina.
Se ha demostrado que las sonrisas a los dos meses de edad ya son diferentes cuando oyen a sus padres en contraposición de cuando perciben otros estímulos visuales o auditivos, cuando estos son de extraños. Igualmente hay expresiones faciales de temor cuando los bebés no escuchan la voz de la madre, o llanto de enojo si no obtienen el alimento cuando lo necesitan. Por otro lado las emociones Inducidas o de Auto Consciencia, son aquellas precisamente provocadas por otras personas, para luego ser aprendidas y asentadas en la consciencia del niño a edades que van de los 2 años, por ejemplo la pena (“te debería dar pena no usar pantalones”); 3 años, la vergüenza (“no te da vergüenza que tu hermano menor vaya al baño solo”) y finalmente la culpa enfermiza que se inculca entre los 5 y 6 años de edad (“es tu culpa que tu hermanita se cayera”).
Estos son sin duda, ejemplos escuetos de eventos que infunden sentimientos negativos, casi siempre fomentados en casa o en la escuela, sin duda en muchas ocasiones en forma totalmente inconsciente, pero que no por esa razón carecen de un impacto perjudicial en la conducta del niño en formación.
Esta información es valiosa evidentemente para padres, abuelos, tíos y otros familiares que tienen a su cargo niños en fases tempranas del desarrollo, pero también para formadores escolares y público en general, pues invariablemente todos estamos en contacto con niños en etapa de formación y todos hemos pasado por esos periodos, algunos con menos daño que otros.
Finalmente esta información es importante para los adultos, puesto que es sorprendente cómo siendo que estamos “programados” desde nuestra vida uterina para ser felices y que podemos llegar a mostrar como primera emoción signos de alegría a tan temprana edad, como los dos meses de nacido; muchas veces optamos por coexistir en compañía de emociones inducidas por otros y que en definitiva generan una gran carga nociva para nuestras vidas y una imposición tóxica en las vidas de aquellos que nos rodean.
*Doctor en Medicina.
El primero en hablar de emociones desde el punto de vista científico fue Darwin. Él aseguraba que las básicas las compartimos con los animales, y puso el foco en su aspecto biológico. Después, a finales de 1980, Paul Ekman planteó una teoría muy popular centrada en la expresión de las emociones. Y en los 90, con la llegada de las primeras pruebas de análisis cerebral, investigadores como Antonio Damasio echaron por tierra muchas creencias erróneas al asegurar que la parte emocional del ser humano no es la antítesis de la racional (esta aún está vigente en la cabeza de muchos mortales) y que nuestro cerebro no tiene partes que trabajan por separado, sino que es un circuito de redes neuronales que funciona de forma conjunta, con lo que no hay una zona eminentemente emocional.
Fuente: https://www.quo.es/ser-humano/g45542/la-ciencia-de-las-emociones/