• Asignatura: Biología
  • Autor: gepenepe
  • hace 8 años

dos poemas de pablo neruda

Respuestas

Respuesta dada por: Anónimo
6

EN las arenas de Magallanes te recogimos cansada

navegante, inmóvil

bajo la tempestad que tantas veces tu pecho dulce

y doble

desafió dividiendo en sus pezones.

Te levantamos otra vez sobre los mares del Sur,

pero ahora

fuiste la pasajera de lo oscuro, de los rincones,

igual

al trigo y al metal que custodiaste

en alta mar, envuelta por la noche marina.

Hoy eres mía, diosa que el albatros gigante

rozó con su estatura extendida en el vuelo,

como un manto de música dirigida en la lluvia

por tus ciegos y errantes párpados de madera.

Rosa del mar, abeja más pura que los sueños,

almendrada mujer que desde las raíces

de una encina poblada por los cantos

te hiciste forma, fuerza de follaje con nidos,

boca de tempestades, dulzura delicada

que iría conquistando la luz con sus caderas.

Cuando ángeles y reinas que nacieron contigo

se llenaron de musgo, durmieron destinados

a la inmovilidad con un honor de muertos,

tú subiste a la proa delgada del navío

y ángel y reina y ola, temblor del mundo fuiste.

El estremecimiento de los hombres subía

hasta tu noble túnica con pechos de manzana,

mientras tus labios eran oh dulce! humedecidos

por otros besos dignos de tu boca salvaje.

Bajo la noche extraña tu cintura dejaba

caer el peso puro de la nave en las olas

cortando en la sombría magnitud un camino

de fuego derribado, de miel fosforescente.

El viento abrió en tus rizos su caja tempestuosa,

el desencadenado metal de su gemido,

y en la aurora la luz te recibió temblando

en los puertos, besando tu diadema mojada.

A veces detuviste sobre el mar tu camino

y el barco tembloroso bajó por su costado,

como una gruesa fruta que se desprende y cae,

un marinero muerto que acogieron la espuma

y el movimiento puro del tiempo y del navío.

Y sólo tú entre todos los rostros abrumados

por la amenaza, hundidos en un dolor estéril,

recibiste la sal salpicada en tu máscara,

y tus ojos guardaron las lágrimas saladas.

Más de una pobre vida resbaló por tus brazos

hacia la eternidad de las aguas mortuorias,

y el roce que te dieron los muertos y los vivos

gastó tu corazón de madera marina.

Hoy hemos recogido de la arena tu forma.

Al final, a mis ojos estabas destinada.

Duermes tal vez, dormida, tal vez has muerto,

muerta:

tu movimiento, al fin, ha olvidado el susurro

y el esplendor errante cerró su travesía.

Iras del mar, golpes del cielo han coronado

tu altanera cabeza con grietas y rupturas,

y tu rostro como una caracola reposa

con heridas que marcan tu frente balanceada.

Para mí tu belleza guarda todo el perfume,

todo el ácido errante, toda su noche oscura.

Y en tu empinado pecho de lámpara o de diosa,

torre turgente, inmóvil amor, vive la vida.

Tú navegas conmigo, recogida, hasta el día

en que dejen caer lo que soy en la espuma.


2

A TODOS, a vosotros,

los silenciosos seres de la noche

que tomaron mi mano en las tinieblas, a vosotros,

lámparas

de la luz inmortal, líneas de estrella,

pan de las vidas, hermanos secretos,

a todos, a vosotros,

digo: no hay gracias,

nada podrá llenar las copas

de la pureza,

nada puede

contener todo el sol en las banderas

de la primavera invencible,

como vuestras calladas dignidades.

Solamente

pienso

que he sido tal vez digno de tanta

sencillez, de flor tan pura,

que tal vez soy vosotros, eso mismo,

esa miga de tierra, harina y canto,

ese amasijo natural que sabe

de dónde sale y dónde pertenece.

No soy una campana de tan lejos,

ni un cristal enterrado tan profundo

que tú no puedas descifrar, soy sólo

pueblo, puerta escondida, pan oscuro,

y cuando me recibes, te recibes

a ti mismo, a ese huésped

tantas veces golpeado

y tantas veces

renacido.

A todo, a todos,

a cuantos no conozco, a cuantos nunca

oyeron este nombre, a los que viven

a lo largo de nuestros largos ríos,

al pie de los volcanes, a la sombra

sulfúrica del cobre, a pescadores y labriegos,

a indios azules en la orilla

de lagos centelleantes como vidrios,

al zapatero que a esta hora interroga

clavando el cuero con antiguas manos,

a ti, al que sin saberlo me ha esperado,

yo pertenezco y reconozco y canto.






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