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No hay nada que determine e influya más en nuestra actitud, salvo los hábitos, que nuestras creencias. Y éstas son el resultado de lo que vamos percibiendo y asumiendo como cierto a lo largo de nuestra vida.
En el momento en que nacemos, evidentemente, nuestro cerebro es como una piedra preciosa sin tallar y está libre de creencias. Es a través del paso del tiempo, al igual que los hábitos, como las vamos adquiriendo.
En este camino de tallar nuestro cerebro, empiezan a actuar nuestros padres; cuando a través de sus creencias nos van educando, los maestros siguen en la escuela, en nuestros estudios; antes o después nos influirán con las suyas nuestros amigos, la sociedad; incluso en el mundo laboral las adquirimos, pero tampoco debemos olvidar que nuestras experiencias también van dando forma y reforzando nuestras creencias.
Como consecuencia, los humanos somos como pensamos, pensamos como creemos y creemos como nos enseñaron para, al final, actuar como somos, pensamos y creemos.