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Académicos de las universidades de Nottingham y Yale investigaron cómo "la prevalencia de la violación de normas en el entorno social de las personas, como corrupción, evasión fiscal o fraude político, puede influir en la honestidad intrínseca del individuo".
Para probar su teoría, elaboraron un índice de 159 países según la salud de sus instituciones en la categorías de corrupción, evasión fiscal y fraude político. Después realizaron un experimento con más de 2 mil jóvenes de 23 países representativos del panorama mundial, en el que se les dio la posibilidad de mentir para su propio beneficio, sin que nadie llegara a enterarse.
Los voluntarios, solos en una cabina, tenían que tirar un dado dos veces, e informar después del primer número que habían sacado, recibiendo más dinero cuanto más alto era este número.
Si la gente estaba siendo honesta, todos los números tenían la misma probabilidad de salir, y si no lo eran, los expertos podían calcular la distorsión.
Los resultados mostraron que, pese a unas cuantas trampas, la gente es sorprendentemente honesta en todo el mundo, ya que en este experimento podían engañar con total impunidad. Sin embargo, sí se detectó que los ciudadanos de países con mayores niveles de corrupción tendían a decir que habían sacado números más altos (eran más deshonestos) que los de sociedades menos corruptas.