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Clara tenía 10 años y ahora que se acababa el cole estaba muy contenta porque el colegio se volvía un sitio más divertido. Hacían más juegos, más deporte y los profes no les mandaban tantas fichas para hacer en casa. Un día la profesora de lengua les mandó que hicieran una redacción sobre lo que iban a hacer en verano y que después hicieran un dibujo como portada de esa pequeña historia.
Clara hizo un dibujo de un sol y una playa, pues siempre se iba de vacaciones a Alicante con mamá y los abuelos. Era un sitio súper chulo, porque siempre hacía sol y en la playa conocía a un montón de niños. Ya solo quedaba un mes para poder ir. Pintó su fantástico sol, pero sin querer se salió con el amarillo. Luego quiso pintar la arena y no encontró un color que no fuera el marrón oscuro así que fue el lápiz que utilizó. Cuando acabó estaba contenta porque se había esforzado mucho en dejarlo bonito. Era su pequeña ventana al verano.
Cuando el resto de niños acabaron la profesora les mandó ponerse de dos en dos y les dijo que tenían que explicarse entre ellos su redacción y enseñar el dibujo. A Clara le tocó con Jennifer, una niña muy simpática que no jugaba mucho con ellos en el patio porque solía estar cuidando de sus hermanos.
-¡Hola Jennifer! Mira te enseño mi dibu. Es una playa de Alicante. Me gusta mucho. Voy con mi madre y mis abuelos. El sol es amarillo muy fuerte y me encanta. ¿A ti?
-Uhmmm. Hola Clara. Pues espero que no te enfades, pero me parece que el dibujo está mal hecho, te has salido un montón y has pintado el cielo de amarillo. La playa parece montaña porque el marrón es muy oscuro. Me gusta lo que cuentas. Lo tenéis que pasar muy bien todos juntos allí.
Clara se sintió paralizada y no supo que decir. Le entraron unas ganas enormes de llorar que no pudo controlar y de repente por sus mejillas rodaron pequeñas gotas que fueron asomando unas detrás de otras. A Jennifer no le dio tiempo a decir nada. La profesora vino enseguida y ella asustada porque no sabía lo que había hecho tan malo se echó a llorar también.
El dibujo de la sinceridadLas dos niñas contaron lo sucedido y se calmaron, pero cuando Clara llegó a casa le contó a su madre lo sucedido y le enseñó el dibujo. Su mamá le ayudó, le dijo que no tenía que enfadarse ni sentirse triste con Jennifer. Su compañera le había dicho lo que pensaba y además era cierto. Cuando el otro se toma un tiempo en decirnos lo que piensa y en enseñarnos en que podemos mejorar no tenemos que reaccionar mal hacía él o ella.
Ana se tranquilizó y cuando llegó a clase habló con Jennifer, le pidió disculpas y las dos a partir de ahora fueron amigas.