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El texto evangélico que se nos propone para el IV martes del Tiempo Ordinario, destaca por su extensión, que abarca dos relatos de curación, en los que interviene Jesús. Ambos relatos se refieren a dos mujeres, a una niña de doce años, hija del jefe de la sinagoga de Cafarnaúm, y a otra más adulta, que padecía hemorragias desde hacía doce años.
No es indiferente el hecho de juntar los dos relatos en el mismo pasaje evangélico y en la misma lectura. No sabemos si las cosas sucedieron exactamente como nos narra San Marcos, o si se fusionan con una intención catequética. De todas formas, podemos descubrir que los hechos acaecidos en su día, gracias a la intervención del Maestro de Nazaret, revelan algunas enseñanzas muy significativas.
La mujer es fuente de vida, en ella se concibe el don precioso de un nuevo ser, siempre que sea capaz, es decir, que sea fértil. En el relato evangélico, tanto la niña, a punto de entrar en edad de poder concebir, como la mujer adulta, son signo de esterilidad, porque una se muere y la otra se desangra. Curiosamente en los dos casos se insinúan medios para poder atajar la enfermedad, por la posición social de la pequeña, y por los recursos de acudir a médicos y gastar el patrimonio, que ha empleado la adulta. Sin embargo, todo fue insuficiente para devolverles la salud y la fecundidad.
Jesús, para los dos casos, alude a la fe. A la que sufría hemorragias, le dice: “Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud”. Al jefe de la sinagoga le asegura: “No temas; basta que tengas fe”. Y fue por la fe en la persona de Jesús por lo que la niña, que acababa de morir, se incorporó, y la mujer quedó sanada.
La enseñanza podría llevarnos a interpretar que los ejemplos no sólo se refieren a personas concretas, sino también a una comunidad. Sólo la presencia de Jesús y la fe en Él hacen posible que nuestras comunidades se reaviven. Si, por el contrario, se pone el acento en la práctica ritual, o exclusivamente en los medios técnicos, no se logrará vida, ni dinamismo.
Sorprende el consejo de Jesús a los padres de la niña de que le dieran de comer. ¿De qué comida se trata? Justamente en Cafarnaúm, y en la sinagoga, Jesús va a pronunciar el discurso del “Pan de vida”. El alimento que fortalece, que da vida es el de la mesa del Señor, su Palabra y su Pan santo. Quien los recibe con fe, recibe vida eterna.
Podemos iluminar nuestra vida personal y nuestras comunidades. ¿Dónde recabamos la fuerza, la vitalidad, la energía? ¿Estaremos gastando la fortuna en lo que no da vida? Hoy Jesucristo se nos manifiesta como dador de fecundidad, fuente de salud y de vida.