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Como es sabido, el pasado 28 de septiembre se produjo el episodio más grave de las ya habituales muestras de ‘gota fría’ en el sureste del país. En efecto, fue el más importante desde la famosa riada de Santa Teresa de 1879, en la cuenca del Segura.
Ese día 28 de septiembre, el agua entraba en el embalse de Puentes a un ritmo de 2.000 metros cúbicos/segundo, 10 veces superior a lo que podía desaguar el propio cauce del río Guadalentín. En pocas horas se multiplicó por cuatro el volumen de agua embalsada, evitando que se desbordara hacia la ciudad de Lorca, situada aguas abajo de la presa.
Acabamos de asistir, por tanto, a la prueba más evidente de la utilidad de las presas. La ‘gota fría’ ha ocasionado muertes y pérdidas millonarias, pero habría supuesto una catástrofe incalculable sin la participación de la ingeniería civil en la obra pública, sin el papel regulador de las presas y sin la labor profesional de los Ingenieros de Caminos.
El principal objetivo de toda política hidráulica es que la población disponga de agua en cualquier tiempo y lugar, de una forma suficiente y equilibrada. Puede ocurrir y de hecho ocurre, en alguna zona de nuestro país, que llueva en pocas horas más que durante todo un año. En situaciones límite de lluvias torrenciales, los cauces de los ríos no son suficientes para evacuar el agua caída y se desbordan, inundando los terrenos adyacentes con grave peligro para ciudadanos y bienes.
Para minimizar los efectos de sequías e inundaciones alternativas es necesaria la participación de los Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, en su papel clave para desarrollar obras públicas destinadas a regular los flujos naturales de agua y, de esta manera, equilibrar sus máximos y mínimos temporales.
Los Ingenieros de Caminos surgen precisamente, entre otras razones, por la necesidad de equilibrar los excesos de unos lugares con las carencias de otros. Hacerlo posible requiere disponer de presas, embalses y canales, cuyo papel es crucial.
Las presas almacenan los excesos puntuales de lluvia en los embalses y los devuelven al río como caudales más regulares o los transportan por canales a embalses menos ocupados. Es decir, cumplir el gran objetivo de regular el régimen de los ríos.
Respuesta:
Tiene la finalidad de embalsar el agua en el cauce fluvial para elevar su nivel con el objetivo de derivarla, mediante canalizaciones de riego, para su aprovechamiento en abastecimiento o regadío, en eliminación de avenidas (evitar inundaciones de aguas abajo de la presa