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Cuando el cardenal Jorge Mario Bergoglio fue elegido máximo pontífice del Vaticano, convirtiéndose en el papa Francisco en marzo de 2013, expertos internacionales en temas religiosos señalaron que la Iglesia católica reenfocaría su labor en Latinoamérica para recuperar la influencia que, en cierta medida, le disputaban algunas denominaciones evangélicas.
Recordaron entonces una declaración premonitoria del antecesor de Francisco, el papa Benedicto XVI, durante un viaje a Latinoamérica: “Estoy convencido de que aquí se decide, al menos en parte, y en una parte fundamental, el futuro de la Iglesia católica. Esto para mí ha sido siempre evidente”.
La llegada de Francisco al Vaticano, un papa latinoamericano, fue regocijante para los católicos de este continente, que desde entonces han visto cambios positivos en su Iglesia, de tal manera que creyentes que participaban poco o se habían retirado, están regresando a los templos.
Nicaragua también lo vive, como dijo hace ocho días el cardenal Leopoldo Brenes: “El número (de católicos) ha crecido, sobre todo ahora con la presencia del Santo Padre (Francisco) ha crecido, no solamente en Nicaragua sino en todo el mundo… Hay muchas conversiones, hay mucha gente que se está regresando a la Iglesia católica”.
El reto de la Iglesia católica es mantener su liderazgo en Latinoamérica, donde, según datos de Latinobarómetro de abril último, sus seguidores pasaron de 80% a 67% entre 1995 y 2014 en 18 países del continente. Pero el catolicismo sigue predominando en la región, con 432 millones de fieles, a pesar del avance de las iglesias protestantes (evangelistas y pentecostales), precisa una investigación del Pew Research Center, en la que tres de cuatro latinoamericanos dicen ser católicos.
Consideramos inadecuado enfocar este caso solo por cantidades o porcentajes. Más importante es revisar a fondo las causas por las que algunos católicos se van a otras congregaciones, si se trata de un tema más complejo que la discusión legal sobre el aborto o el uso de los preservativos.
Creemos que esta situación difícil que afronta el catolicismo obedece más a una causa social que a razones de dogmas o de fe. Una tesis es que las iglesias evangélicas suelen surgir en los barrios o comunidades, y crecen allí, combinando prédica con labores sociales, dando asistencia a la gente en problemas cotidianos, y así captan más seguidores en algunos casos. La Iglesia católica también hace labor social, pero esta es centralizada.
Por eso nos parece importante analizar el estudio de M&R Consultores, en que la Iglesia católica nicaragüense registra un tercio de fieles menos que hace una década. Nicaragua conserva mucha tradición católica, y creemos, por tanto, que esta Iglesia tiene la posibilidad de recuperar su predominio si sus obispos, sacerdotes y laicos mejoran la labor pastoral dando énfasis a los asuntos sociales y quitando relevancia a temas que pueden dividir a la población.
Hace un año, el papa Francisco habló de eso con la revista La Civiltá Cattolica: “Los ministros del Evangelio deben ser personas capaces de caldear el corazón de las personas, de caminar con ellas en la noche, de saber dialogar, e incluso descender a su noche y su oscuridad sin perderse… Busquemos más bien ser una Iglesia que encuentra caminos nuevos, capaz de salir de sí misma yendo hacia el que no la frecuenta, hacia el que se marchó de ella, hacia el indiferente. El que abandonó la Iglesia a veces lo hizo por razones que, si se entienden y valoran bien, pueden ser el inicio de un retorno. Pero es necesario tener audacia y valor”.
Algo importante del estudio de M&R es que el 99.1% de los nicaragüenses consultados se declaran creyentes cristianos. Para un país que busca crecer en valores y principios, esa es una buena noticia.