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Enrique VIII tuvo una relación turbulenta de con la Iglesia católica, siendo y que para la época era considerada que la cabeza de la iglesia el Papa y la cabeza de la corona el Rey, debían trabajar juntos en pro del bien común del reino, la ruptura de ducha relación vino dada por el deseo de Enrique VIII de divorciarse de la reina Catalina de Aragón, pero dicha disolución no era consentida por la iglesia ya que el divorcio estaba prohibido por lo cual se buscaron las pruebas necesarias para anular el matrimonio y así el poder casarse con Ana Bolena, al desobedecer las premisas de la iglesia católica y anular el matrimonio con Catalina de Aragon y casarse con Ana Bolena haciendo en el acto ciertas leyes que despojaban a la iglesia católica de todo poder e influencia en la corona inglesa, además de quitarle la ayuda económica al papado.