que signifac para ti que la iglesia Catolica tenga su propio estado soberano y cual es su importancia
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desde la firma del Tratado de Letrán entre el Reino de Italia y la Santa Sede, el estado soberano más pequeño del mundo, por número de habitantes y por extensión de su territorio. Este país, de apenas 44 hectáreas de superficie en las que viven unas 800 personas, cuenta con todos los símbolos propios de una nación independiente: bandera, himno, moneda, sellos, ejército y matrículas propias. Además, desde 1984 la Ciudad está reconocida por la Unesco como patrimonio cultural y natural de la humanidad.
Los papas fueron dueños y señores de los Estados Pontificios hasta que el reino creado tras el proceso de unificación italiana (1848-1870) los dejó «prisioneros en el Vaticano». Esta situación concluirá más de medio siglo después, cuando el Reino de Italia reconoce la soberanía de la Ciudad del Vaticano en los pactos de Letrán el 11 de febrero de 1929. Los firmantes del acuerdo fueron el jefe de gobierno italiano Benito Mussolini y el cardenal Pietro Gasparri. Los pactos reconocieron asimismo a la Santa Sede el gobierno de la Iglesia Católica, entonces liderada por el Papa Pío IX y que con el Tratado pasaba a ser la oficial de Italia. A partir de entonces, el resto de países aceptarán la independencia de esta monarquía absoluta en la que el Sumo Pontífice posee, como Jefe de Estado, plenos poderes ejecutivos, legislativos y judiciales. [Consulta el Tratado de Letrán (en PDF)]
Las fronteras de este país están delimitadas por las murallas que rodean la Ciudad -llamadas «leoninas» por el Papa León IV, que mando construirlas- y las dos columnatas que rodean la plaza de San Pedro, unidas en la parte exterior por una línea de travertino en el pavimento. Además del propio territorio de la Ciudad, la jurisdicción del Estado vaticano se extiende a otros lugares de Roma, como el palacio de Castelgandolfo y las basílicas de San Juan de Letrán, San Pablo Extramuros y Santa María la Mayor.
La unificación italiana dejó a los papas «prisioneros en el Vaticano»
Se trata de un país sin mar, pero gracias a la Declaración de Barcelona de 1921, el Vaticano tiene derecho a navegar con barcos propios que ondeen la bandera pontificia. En cualquier caso, según informa el propio Estado vaticano en su página web, no ejerce este derecho.
La ciudadanía vaticana no se hereda ni adquiere al nacer dentro de los muros del Estado, sólo se obtiene a través del servicio prestado a la Iglesia Católica. Así, son ciudadanos vaticanos los cardenales, los miembros de las representaciones pontificias, los laicos que trabajan allí y los guardias suizos. En total, unas 450 personas. Esta ha sido siempre la residencia del Sumo Pontífice de la Iglesia Universal, aunque a partir de 1309 y durante más de un siglo la sede papal se trasladó a Aviñón.
Como cualquier país
La Ciudad tiene su propia moneda de curso legal, el euro vaticano. Ha mostrado las efigies de los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI y pronto lo hará con la de Francisco. El Vaticano la acuña en Italia, hasta un máximo de un millón de euros al año. También emite sus propios sellos, edita su propio periódico -L'Osservatore Romano- y desde Radio Vaticana emite para todo el mundo programas en diversas lenguas. Incluso tiene matrículas de coche propia: con las letras SCV para los automóviles propiedad del Estado y CV para los de procedencia externa. La Ciudad del Vaticano cuenta también con su ejército y policía: la Gendarmería y la Guardia Suiza. Esta última, uniformada con diseños de Miguel Ángel, vela por la seguridad del Sumo Pontífice y del Estado.
Como cualquier país, la Ciudad del Vaticano tiene su propia bandera y escudo. Este último muestra sobre un campo rojo las llaves de San Pedro, de oro y plata, cruzadas bajo la tiara Papal. La bandera del país tiene en su diseño oficial proporciones 1-1 -vaya, que es cuadrada- y está formada por dos campos verticales, amarillo el del asta y blanco el exterior. Sobre la franja blanca figura el escudo pontificio. La enseña era antes carmesí y amarilla, los colores de la Roma imperial, pero Pío VII ordenó cambiarlos en 1808 dado que eran utilizados por las tropas italianas al servicio de Napoleón. Con los pactos de Letrán la insignia -ya con el diseño actual, que incluye el escudo- se convierte en oficial de un Estado soberano.
El himno oficial del país es la Marcha Pontificia de Gounod, compositor francés conocido por su Ave María y por ser el autor de la música de la ópera Fausto. Se interpretó por primera vez en 1869 en la celebración de la coronación del Papa Pío IX. Más adelante, otro Pío, el duodécimo, estableció en 1949 la sustitución del anterior himno -la Marcha Triunfal de Hallmayr- por la Marcha de Gounod, de tono más religioso. El himno tiene dos letras, una en italiano, comúnmente cantada y obra de Antonio Allegra, y otra en latín, de Raffaello Lavagna.