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En una noche de luna llena dentro del bosque, entra el lobo, grande y muy flaco.
Lobo: Que mala desgracia tan infinita la mía. Ya van varios días que no he comido absolutamente nada.
De repente entra el perro, con un tamaño menor que el del lobo y a este se le ve bien nutrido, con un buen collar en su cuello.
Perro: ¿Has dicho mala desgracia? No deberías quejarte de esa manera, sino decir que “loba suerte”, ya que lo que es a mí me va muy bien y por esto no tengo nada de qué quejarme.
Lobo: ¿Y cómo puedo decir eso señor perro? Pues si yo soy generalmente más fuerte a pesar de que en estos momentos tú estés más alimentado que yo.
Perro: Sencillo, todo me va bien porque tengo un buen amo, un amo que me sabe alimentar y cuidar, a cambio de cuidar su casa todo el día.
Lobo: Para nada te ves mal, se ve que tu amo te trata muy bien.
Perro: Lo mejor que puedes hacer ahora es venirte conmigo, verás que mi amo te dará un lugar que también podrás vigilar y así no volverás a pasar días sin probar ni un bocado de comida. El estará contento de que seamos dos, los que se encarguen de cuidar.
Lobo: ¿Es en serio? ¿Me daría esa oportunidad? Eso me caería muy bien pues ya estoy harto de estar con hambre todo el día.
Perro: ¿No sabes que los perros somos personas serias? De verdad, puedes venirte conmigo a casa.
Lobo: De verdad me has dado la mejor felicidad de estos momentos, te mereces todo lo bueno que tienes. Pero, ¿qué es eso que llevas en el alrededor del cuello?
Perro: Ah, es un simple accesorio que no tiene gran importancia. Es el collar que mi amo me ha colocado para atarme a la cadena algunas veces durante el día.
Lobo: Oh, entiendo.
Perro: Pero no es nada, pues en las noches me deja suelto y puedo estar libre para estar en todos lados.
Lobo: ¿Es decir que estás atado todo el día?
Perro: Sí y me gusta, porque puedo vigilar mejor sin el riesgo de que pueda distraerme de lo que sin mis obligaciones en las afueras de la casa.
Lobo: De verdad, me da pena señor perro, pero no puedo renunciar a mi libertad, con la que he vivido toda mi vida. En serio, prefiero pasar toda el hambre del mundo en lugar de dejar de ser libre por un plato de comida.
Perro: Bueno, entonces me iré señor Lobo ya escuché al gallo cantar. Cuando él canta, es un aviso que mi amo me está esperando con la cadena y también con mi plato de comida para empezar a trabajar.
Lobo: ¡Por todos los cielos! ¡Una cadena por un plato de comida! Nada más con pensar en eso mi apetito se me quita por completo. Sin duda, mi libertad es algo que aprecio todavía, incluso mucho más que el hambre que sufro a diario