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Todos hemos sido de alguna manera directa o indirectamente afectados por el conflicto armado. Personalmente tuve un miembro de mi familia que experimentó presencialmente esos ataques por parte de la guerrilla; pero no es nada comparado con aquellos que fueron privados de la libertad, que sufrieron desplazamiento o que viven en zozobra constante por no saber el paradero de algún familiar desaparecido.
Saber con certeza si algún día habrá paz es una lotería; comenzando porque este es un concepto en el que el significado varía dependiendo del conflicto y sus protagonistas. No se debe reducir solo a paz=sosiego o paz=ausencia de conflicto armado; debemos saber qué es realmente lo que los colombianos queremos y entendemos como paz y lo que se puede construir en la realidad.
No hay, ni ha habido ninguna paz utópica en ninguna parte del mundo. Todos los estados enfrentan sus propios problemas y desafíos sin importar si son del “primer” o “tercer” mundo, los conflictos tienen formas y contextos diferentes.
Decir que hay paz solo porque se ha terminado el conflicto con una de las guerrillas que combaten al estado es algo incompleto; pero decir que en Colombia jamás habrá paz es afirmar que toda la sociedad en conjunto es de naturaleza violenta.
Veo como muchos amigos, familiares y en general personas del común critican fuertemente al gobierno, me siento a escucharlos debatiendo dentro de un ambiente sano de discusión sin extremismos ni opiniones viscerales. Leyendo el texto del tratado no se podría concluir con seguridad que todos sus puntos serán cumplidos a carta cabal y me doy cuenta que ahora es un momento frágil, mucho más de lo que pudo haber sido durante la euforia de las negociaciones y el periodo previo al 2016.
Cuando la gente siente que no habrá paz, un pensamiento cada vez más fuerte, hablan implícitamente de causas más profundas como la pobreza o la desigualdad que no desaparecerán mágicamente con la firma de un tratado. Sin importar de qué lado vengan las críticas de lo que sucedió el año pasado, en realidad el verdadero conflicto sigue su curso y los males más negativos como desigualdad corrupción, pobreza, narcotráfico, siguen afectando la estructura social del país.
Sin embargo, debemos darnos cuenta en qué etapa de violencia nos encontramos. Los que crecimos viendo ejércitos armados tomando pueblos y extensas áreas del país, dictaminando sus leyes en la población a manera de un régimen del terror, no queremos presenciar eso el resto de nuestras vidas. Hay que aprovechar esta etapa después de un acuerdo firmado por las partes y otro más en curso, cuando ha habido, perdón, compromisos de reparación y esfuerzo para el desarme.