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El himno nacional mexicano
Así pues, el Himno Nacional Mexicano -con música de Jaime Nunó y letra de Francisco González Bocanegra- fue interpretado por primera vez en público el 15 de septiembre de 1854 en el Teatro Santa Anna (luego Teatro Nacional de México), que fue demolido en 1901 para ampliar la actual Avenida 5 de Mayo. La dirección orquestal corrió a cargo del compositor y contrabajista italiano Giovanni Bottesini (1821-1889) –quien a la sazón se encontraba en México y también había participado en el concurso- y los solistas fueron la soprano Claudina Fiorentini y el tenor Lorenzo Salvi. No obstante, esa interpretación no se consideró oficial, pues el presidente López de Santa Anna no se encontraba presente en el evento. Al día siguiente, 16 de septiembre, el estreno oficial del Himno Nacional fue dirigido por Jaime Nunó y los solistas fueron la soprano Balbina Steffenone y, una vez más, el tenor Lorenzo Salvi.
Sin embargo, todo indicaba que el destino de esta composición iba a ser el mismo que el de sus predecesoras: en 1855 los liberales lograron derrocar a Santa Anna, quien tuvo que abandonar la presidencia. El poder fue asumido por Juan Nepomuceno Álvarez y al Himno Nacional, que había sido creado bajo un gobierno conservador, le fueron suprimidas dos estrofas que ensalzaban, respectivamente, a Iturbide y a Santa Anna. Dos meses después de asumir la presidencia, Álvarez cedió el poder a Ignacio Comonfort, quien simplemente hizo caso omiso del Himno al igual que casi todos los gobernantes posteriores, incluyendo a Benito Juárez. Sería hasta el mandato de Porfirio Díaz que el Himno volvería a ser tomado en cuenta para ser interpretado en las ceremonias oficiales, aunque con el tiempo las 10 estrofas que conformaban la composición original de González Bocanegra habían ido sufriendo diversas supresiones y modificaciones.
90 años de altibajos tuvieron que pasar desde que el Himno Nacional fuera compuesto hasta su oficialización, llevada a cabo en 1943 por el entonces presidente Manuel Ávila Camacho y quien limitó la totalidad del Himno a las estrofas I, V, VI y X del original más el estribillo y prohibió alterar, corregir o modificar tanto la letra como la música. Quedó así constituido el Himno Nacional Mexicano en la forma en que lo conocemos hoy en día
A lo largo de su historia, nuestro país tuvo varios himnos nacionales que –por una u otra razón- terminaron en el olvido. El primero de que se tiene registro, p.r ejemplo, fue compuesto por José Torrescano en 1821, una vez consumada la Independencia, en honor a Agustín de Iturbide. Al año siguiente, el himno fue sustituido por una composición de José María Garmendía que también ensalzaba la figura de Iturbide, ahora emperador de México. Obviamente, cuando el régimen monárquico llegó a su fin y fue sustituido por un gobierno republicano, este himno fue desechado.
Así, en medio de las vicisitudes que se vivieron en México durante ese turbulento siglo XIX, varios himnos vieron la luz y desaparecieron uno tras otro al ritmo de las pugnas entre liberales y conservadores, según el bando al que perteneciera el gobierno en turno.
La difícil situación en que quedó México después de la invasión estadounidense (1846-1848), que incluyó la pérdida de más de la mitad del territorio nacional, pareció ser una razón más que poderosa para hacer un llamado a la creación de conciencia sobre la unidad nacional, por lo que entre 1849 y 1853 se registraron cuatro convocatorias para elegir un himno que unificara –de una vez por todas- a todos los mexicanos bajo un mismo “canto verdaderamente patriótico”, según las palabras del entonces presidente Antonio López de Santa Anna. Sin embargo, estas convocatorias fueron atendidas en su mayor parte por músicos y poetas extranjeros. Así, por ejemplo, la primera de ellas fue ganada por un músico austríaco y un poeta estadounidense (!), lo cual –como era de esperarse- no fue para nada del agrado del público. Luego siguieron las propuestas de un poeta cubano y varios músicos italianos, franceses y hasta un checo, todas las cuales lo único que hicieron fue engrosar las filas de himnos mexicanos desechados.
La última convocatoria -al parecer la más seria- fue lanzada el 12 de noviembre de 1853 por el ministerio de Fomento, Colonización, Industria y Comercio del gobierno del general Antonio López de Santa Anna y se dividió en dos partes. Primero se abrió el concurso para elegir la letra del nuevo himno, el cual fue atendido por 26 poetas de entre los que se eligieron los versos escritos por Francisco González Bocanegra (1824-1861), poeta y dramaturgo que a la sazón contaba con 29 años de edad.