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No he sabido de la muerte de Nelson Mandela hasta que he visto hoy la portada de El País. Mi hija me ha preguntado quién era ese señor del que su padre y yo lamentábamos la muerte. Le he dicho lo primero que me ha venido a la cabeza: que había muerto uno de los hombres más buenos del mundo.
Más allá de sus innegables méritos políticos y humanitarios (la lucha contra el apartheid, por los derechos humanos), siempre me ha sorprendido su historia personal, su capacidad de soportar lo insoportable. Y, sobre todo, su capacidad de perdón. Pero no únicamente eso. Si fuera así, sólo (es un decir…) sería un hombre resiliente y bueno. Además era listo. Supo utilizar su ejemplo y su padecimiento con inteligencia, alejando la ira (que sería muy comprensible que hubiera sentido, y que quizá sintió) hacia quienes le mantuvieron en la cárcel durante 27 años, y utilizando el perdón como un arma práctica que llevó a la reconciliación de su país, Sudáfrica.
Es magnífico que haya ejemplos que callen la boca a quienes asimilian bueno=tonto, o que únicamente vale la pena buscar el bienestar personal, olvidándose de trabajar por el bien común. La muerte de Mandela (o Madiba) ha vuelto a poner en circulación el poema Invictus (que dio nombre a la película de Clint Eastwood, basada a su vez en el libro El factor humano, del periodista John Carlin).
Más allá de sus innegables méritos políticos y humanitarios (la lucha contra el apartheid, por los derechos humanos), siempre me ha sorprendido su historia personal, su capacidad de soportar lo insoportable. Y, sobre todo, su capacidad de perdón. Pero no únicamente eso. Si fuera así, sólo (es un decir…) sería un hombre resiliente y bueno. Además era listo. Supo utilizar su ejemplo y su padecimiento con inteligencia, alejando la ira (que sería muy comprensible que hubiera sentido, y que quizá sintió) hacia quienes le mantuvieron en la cárcel durante 27 años, y utilizando el perdón como un arma práctica que llevó a la reconciliación de su país, Sudáfrica.
Es magnífico que haya ejemplos que callen la boca a quienes asimilian bueno=tonto, o que únicamente vale la pena buscar el bienestar personal, olvidándose de trabajar por el bien común. La muerte de Mandela (o Madiba) ha vuelto a poner en circulación el poema Invictus (que dio nombre a la película de Clint Eastwood, basada a su vez en el libro El factor humano, del periodista John Carlin).
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