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El conflicto armado de Siria entra en su quinto año y las cifras de sus consecuencias son devastadoras: 220.000 muertos, 11 millones de desplazados, 3.9 millones de refugiados y 12.2 millones de personas que dependen de la ayuda humanitaria para subsistir.
Este conflicto, como muchos otros, tiene sus orígenes en la corrupción, en la captura política, en la pobreza, en la violación de derechos humanos. Pero también en la desigualdad. De hecho esta crisis se inició con las primaveras árabes en 2011. Movimientos sociales, grupos espontáneos de personas, organizaciones que empezaron a movilizarse y reclamar sus derechos que consideraban menoscabados. Unos “muchos” que pedían a unos “pocos” un sistema más igualitario. Lejos de conseguir su fin, estas primeras demandas de justicia prendieron mella cuando fueron acalladas violentamente por el gobierno sirio. El conflicto armado no había hecho más que empezar. Lamentablemente cuatro años después, esta crisis ha acabado por convertirse en una de las mayores catástrofes de la historia reciente.