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El Buen Trabajador
Juan, era un listo e inteligente muchacho que no pudo avanzar en sus estudios más allá del bachillerato, porque el nivel económico de su familia no le permitió continuar con una carrera técnica o universitaria.
Pero su familia, formada por sus dos padres y su hermana menor, aunque no les abundaba el dinero, si les sobraba valores y principios morales y familiares, los cuales siempre eran recordados y mantenidos presentes en el seno de la familia.
Juan no tuvo otra opción, para ayudar a su familia, que aprender a trabajar a lo largo de su adolescencia, primero, como albañil acompañando a su padre, luego como ayudante de electricista, seguido por la mecánica automotriz, luego mantenimiento de aires acondicionados y así con otros tipos de trabajo.
Pero Juan tenía una virtud, que no siempre se consigue en un trabajador o empleado, era sus ganas de aprender todo tipo de trabajo que se le pusiera enfrente, además, de hacerlo muy bien, cumpliendo con las normativas y el respeto y atención hacia sus jefes y sus clientes.
Pero lo que si era importante, era que Juan siempre puso delante de él, en sus trabajos, todos los principios y valores que aprendió desde niño en su hogar. La honestidad, respeto, humildad, agradecimiento, buen trato, profesionalismo, eran su compañía, cada vez que salía de su casa a trabajar.
Esa disposición de Juan ante el trabajo y hacia las personas le hizo ganar el respeto, consideración, aprecio de todos sus jefes, compañeros de trabajo y sobre todo, de sus clientes, por lo cual siempre fue buscado. Nunca el trabajo estuvo ausente en su quehacer diario.
Y como algo curioso, los clientes siempre estuvieron de acuerdo con el precio de sus servicios.
La enseñanza que se puede obtener de esta parábola es que mientras seamos fiel a la práctica de los principios y valores de Dios y busquemos siempre de su compañía, nada podrá faltarnos en nuestras vidas, pues el Gran y Amoroso Padre siempre estará a nuestro lado, ante cualquier solicitud.
A tu orden...