Respuestas
“Porque yo soy Jehová vuestro Dios; vosotros por tanto os santificaréis, y seréis santos, porque yo soy santo.” (Levítico 11:44)
Predicación
Cuando hablamos de santidad, pensamos que eso corresponde a otras gentes, a aquellos que no tienen nada que hacer más que estar orando metidos en un monasterio, o a gentes que nacieron siendo santos ya desde el vientre de su madre, ¿pero que nosotros así de pecadores seamos santos? ¡Parece ser es imposible! Dios nos prometió a Jesús como un nuevo pacto para tener la santidad; y no tendrá que ser por nuestras fuerzas: “Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo” (Jeremías 31:31) Mediante el cumplimiento de este pacto en Jesús ahora podemos ser santos, ya que el término hebreo qadosh, equivalente a santo señala la perfección de Dios, pero cuando el término se aplica a los seres humanos, el sentido es diferente. No se trata de una santidad propia, sino derivada precisamente de Dios, la palabra qadosh viene de una raíz que significa cortar o apartar. Entonces, en el caso de los seres humanos, la santidad quiere decir que la persona ha sido separada para Dios. Y somos separados por Jesús, porque: “Somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre” (Hechos 10:10) A esa gran obra de Dios por su misericordia debe corresponder la responsabilidad de los creyentes en Jesús, que han de santificarse en forma continua, mediante la confesión en arrepentimiento de sus pecados, y mediante esta práctica de continuar apartados, siendo santos en Cristo. Si nosotros buscamos la santidad y limpieza de corazón, estaremos con Dios, porque: “El que ama la limpieza de corazón, Por la gracia de sus labios tendrá la amistad del rey” (Proverbios 22:11) Entonces disfrutaremos de la presencia de Dios, ya que esto es una promesa: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:8)
Oración
"Cantad a Jehová, vosotros sus santos, Y celebrad la memoria de su santidad” (Salmos 29:4)
Señor en ti conoceré la santidad, buscare de día y de noche agradarte y cumplir tus estatutos buscando en tu rostro la limpieza de mi corazón, te confesaré mis faltas en arrepentimiento y dolor. Me preguntaré siempre si lo que hago es bueno a tus ojos antes de hacerlo. Porque confío en que me has apartado para ti, y en ello tienes la santidad reservada para mí. No me veré con mis ojos, si no con los tuyos, porque tú me amas, me limpias y perdonas todos mis pecados. Gracias Señor Jesús.