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La Batalla de Waterloo fue la última gran batalla de Napoleón Bonaparte. Después de ser derrotado en ella por el Duque de Wellington, fue desterrado a la remota isla de Santa Helena. En 1814, Napoléon, autoproclamado emperador de Francia, se enfrentó a un colapso en su imperio. En la cima del poder político y militar desde 1810, en la primavera de 1814 el emperador estaba librando ya demsiadas batallas y tenía muchos frentes abiertos.
Las fuerzas aliadas de Gran Bretaña, Prusia, los Países Bajos y Bélgica estaban haciendo todo lo posible por derrotar a Napoleón, hasta que finalmente lograron tomar París el 31 de marzo de 1814. Aún así, con la capital francesa bajo el control de las fuerzas aliadas, Napoleón se negó a admitir la derrota. Sólo la negativa de sus generales a obedecerle podría parar todo esto.
El 4 de abril, Napoleón abdicó oficialmente de su cargo de Emperador de Francia. Las fuerzas aliadas decidieron exiliarlo a la pequeña isla de Elba, en la costa toscana. En lugar de un imperio europeo, ahora Napoleón sólo gobernaba los 120 kilómetros cuadrados de aquel terreno áspero. Los aliados instauraron rápidamente la monarquía borbónica, proclamando a Luis XVIII, rey de Francia.
Las fuerzas aliadas se reunieron en el Congreso de Viena en noviembre de 1814 para decidir la mejor manera de dividirse los territorios conquistados por Napoleón. Mientras que las potencias europeas se peleaban por estos territorios, Napoleón recibía constantes informes de que el pueblo francés estaba descontento con la nueva monarquía restaurada.
Por tanto, el 1 de marzo de 1815, Napoleón se escapó de la isla de Elba, y desembarcó en el puerto de Cannes, en la costa mediterránea, con unos cuantos seguidores. Los soldados que fueron enviados por el rey Luis XVIII para detener a Napoleón, desertaron y se unierón al antiguo emperador. Bonaparte llegaba a París el 20 de marzo de 1815, y fue calurosamente recibido por los campesinos y la clase media. Luis XVIII y los aliados declararon proscrito a Napoleón.
Los aliados tenían previsto invadir Francia en el mes de julio de 1815. Las tropas británicas y prusianas estacionadas en Bélgica fueron las responsables de mantener a Napoleón aún en Francia. El ejército británico estaba comandado por el Duque de Wellington, y el prusiano por Gebhard Lebercht von Blucher.
El 16 de junio las tropas de Napoleón derrotaron a los prusianos en Ligny. Desde allí comenzó a marchar hacia Waterloo, donde le esperaba el grueso de las tropas aliadas, con 94.000 soldados. Napoleón sólo contaba con 74.000 hombres. Sin embargo, confiaba en su Guardia Imperial, que llevaba once años sin ser derrotada.
Fue precisamente la Guardia Imperial la que se colocó sobre la cima del campo de batalla en Waterloo. La batalla dio comienzo, y sucedió lo impensable. La Guardia Imperial no pudo con las tropas aliadas, y Napoelón perdía así todas sus esperanzas de volver al poder.
Tras la Batalla de Waterloo, Napoleón trató de tomar un barco para huir a América, pero fue capturado por los británicos. Suplicó asilo en Gran Bretaña, pero los ingleses se negaron, y desterraron a Napoleón a Santa Elena, una isla remota a cientos de kilómetros de la costa de África. Napoleón no volvió jamás a pisar suelo frnacés. Los últimos seis años de su vida los pasó en Santa Elena.
A pesar de no tener un glorioso fin, el legado de Napoleón duró mucho más. Sus ideas, tanto políticas como militares, y otros principios de la Revolución Francesa, se llevaron a Europa occidental y otros puntos del planeta
Las fuerzas aliadas de Gran Bretaña, Prusia, los Países Bajos y Bélgica estaban haciendo todo lo posible por derrotar a Napoleón, hasta que finalmente lograron tomar París el 31 de marzo de 1814. Aún así, con la capital francesa bajo el control de las fuerzas aliadas, Napoleón se negó a admitir la derrota. Sólo la negativa de sus generales a obedecerle podría parar todo esto.
El 4 de abril, Napoleón abdicó oficialmente de su cargo de Emperador de Francia. Las fuerzas aliadas decidieron exiliarlo a la pequeña isla de Elba, en la costa toscana. En lugar de un imperio europeo, ahora Napoleón sólo gobernaba los 120 kilómetros cuadrados de aquel terreno áspero. Los aliados instauraron rápidamente la monarquía borbónica, proclamando a Luis XVIII, rey de Francia.
Las fuerzas aliadas se reunieron en el Congreso de Viena en noviembre de 1814 para decidir la mejor manera de dividirse los territorios conquistados por Napoleón. Mientras que las potencias europeas se peleaban por estos territorios, Napoleón recibía constantes informes de que el pueblo francés estaba descontento con la nueva monarquía restaurada.
Por tanto, el 1 de marzo de 1815, Napoleón se escapó de la isla de Elba, y desembarcó en el puerto de Cannes, en la costa mediterránea, con unos cuantos seguidores. Los soldados que fueron enviados por el rey Luis XVIII para detener a Napoleón, desertaron y se unierón al antiguo emperador. Bonaparte llegaba a París el 20 de marzo de 1815, y fue calurosamente recibido por los campesinos y la clase media. Luis XVIII y los aliados declararon proscrito a Napoleón.
Los aliados tenían previsto invadir Francia en el mes de julio de 1815. Las tropas británicas y prusianas estacionadas en Bélgica fueron las responsables de mantener a Napoleón aún en Francia. El ejército británico estaba comandado por el Duque de Wellington, y el prusiano por Gebhard Lebercht von Blucher.
El 16 de junio las tropas de Napoleón derrotaron a los prusianos en Ligny. Desde allí comenzó a marchar hacia Waterloo, donde le esperaba el grueso de las tropas aliadas, con 94.000 soldados. Napoleón sólo contaba con 74.000 hombres. Sin embargo, confiaba en su Guardia Imperial, que llevaba once años sin ser derrotada.
Fue precisamente la Guardia Imperial la que se colocó sobre la cima del campo de batalla en Waterloo. La batalla dio comienzo, y sucedió lo impensable. La Guardia Imperial no pudo con las tropas aliadas, y Napoelón perdía así todas sus esperanzas de volver al poder.
Tras la Batalla de Waterloo, Napoleón trató de tomar un barco para huir a América, pero fue capturado por los británicos. Suplicó asilo en Gran Bretaña, pero los ingleses se negaron, y desterraron a Napoleón a Santa Elena, una isla remota a cientos de kilómetros de la costa de África. Napoleón no volvió jamás a pisar suelo frnacés. Los últimos seis años de su vida los pasó en Santa Elena.
A pesar de no tener un glorioso fin, el legado de Napoleón duró mucho más. Sus ideas, tanto políticas como militares, y otros principios de la Revolución Francesa, se llevaron a Europa occidental y otros puntos del planeta
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