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Continuando con el tema de la virtud de la prudencia, es importante también señalar cuáles son esos “trucos” o errores que nos pueden jugar una mala pasada y hacernos pensar que estamos siendo prudentes cuando en realidad no es así.
Lo primero que debemos considerar es que cuando la virtud se convierte en un fin y no entendemos el por qué de la acción, no estamos siendo realmente virtuosos. “Piensen en la virtud del orden. Quien se proponga ser ordenado como fin en lugar de como medio, puede terminar siendo maniático del orden. La sinceridad, sin prudencia, puede traducirse en desenfreno verbal”, dice Isaacs. Así, opuesto a una virtud siempre hay dos vicios, “uno abiertamente contrario, y otro que tiene las apariencias de la misma virtud”. (San Agustín). Retomando el ejemplo del orden, sus contrarios serían el desorden y el exceso de orden. De esa forma, podemos decir que una virtud es el “término medio entre dos extremos: entre pasarse por mucho o por poco, excederse o quedarse corto. Por eso se dice en latín “in medio, virtus”, la virtud está en el medio, en el centro”. (Lorda, P. 36)
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