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La Tierra
¡La Tierra no es un planeta cualquiera!”, así que me permitiré una pequeña trampa que me permita hablar del único momento narrativo que me importa en esta primera mitad de El principito, cuando su protagonista arriba a nuestro planeta. Me salto los encuentros del Principito con la serpiente, la flor, el eco y las rosas para escribir sobre el episodio con el Zorro, sin duda uno de los más emotivos del libro y, por ello mismo, quizá también el fragmento más conocido. La conversación entre el Zorro y el Principito gira en torno a los vínculos, las relaciones que establecemos con esos otros que son como nosotros en la medida en que también tienen sentimientos, expectativas, deseos, ideas propias sobre el mundo y más. Con sutileza, Saint-Exupéry traza una de las descripciones más simples y al mismo tiempo hermosas de aquello que está implicado en una relación: el reconocimiento del otro como alguien distinto a quienes somos, el lugar único que puede llegar a ocupar en nuestra propia existencia y, quizá por encima de todo, la responsabilidad que tenemos sobre dichos lazos, el cuidado que nos merecen por el placer que nos prodigan, el único auténtico que se encuentra por la vía del otro, en el tiempo que “perdemos” con los demás, encontrando de su mano la vida en el mundo y esas cosas invisibles a los ojos que, al final, son las que de verdad importan.